OPERA: DON GIOVANNI de Wolfgang Amadeus Mozart

 

Director musical.-

Ivan Bolton.

Director de escena.-

Claus Guth

Intérpretes.-

Christopher Maltman. Erwin Schrott. Brenda Rae. Anett Fritsch. Krysztof Baczyk. Louise Adler. Mauro Peter. Tobias Kehrer-.

La verdad es que si echamos la vista atrás, la consideración de Don Juan ha perdido la grandeza que se le otorgaba antaño. Ese conquistador que regresaba a los escenarios todos los años el Día de Difuntos para ser perdonado y, porqué no, envidiado e incluso aplaudido a veces.

Ahora es el símbolo del maltrato femenino, de la miseria, la crueldad y el abuso. Desde que Blanca Portillo pusiese en pie con la Compañía de Teatro Clásico ese Tenorio donde dejaba claro su desprecio al personaje, hasta esta propuesta operística, el monstruo ya no tiene salvación. Aquí no sólo se hace patente la miseria de su comportamiento sino que también se le rodea de droga y alcohol. 

Vayamos con mi opinión de la puesta en escena, rompedora sin duda, que nos propone Guth.

Por un lado, me cuesta en las nuevas versiones escénicas de las óperas, disociar el texto de lo que vemos, es como si fuesen dos espectáculos distintos. Sí aplaudo las abstracciones de Robert Carssen, y acepto adaptaciones menos anacrónicas, pero no puede ser que exista una convivencia imposible entre texto y acción. Este caso es radical, se habla de palacio y no hay palacio, de banquete y hay unas bolsas de papel de comida rápida, de la estatua del Comendador y está el tocón de un árbol..... Todo ocurre en un bosque oscuro, un escenario giratorio que sí, consigue escenas sugerentes pero ni aporta nada al texto ni consigue dar peso a la acción dramática. Todo en apariencia surge desde el cambio inicial del final del duelo con el Comendador, pero es esta una licencia dramática sin peso que no aporta nada.

El resultado, que un principio interesa, termina siendo repetitivo y cansino. No sólo eso si no que tengo la sensación de que el director de escena, se va desentendiendo a medida que avanza la trama. Sorprende la falta de solidez de las escenas finales, cuando personalmente es la parte que más me gusta de la obra.

He dicho ya en alguna ocasión que lo bueno de la grandeza de la ópera es que la belleza de su música puede superar cualquier ataque escénico. Aquí también ocurre aunque desaparezca, no se porqué, Il mio tesoro....

La versión que ofrece el Real, por tanto, alcanza los criterios de calidad escénica exigibles, tiene ideas y momentos. Aunque decepciona es simplemente, a mi entender, fallida, pero hay respeto y ganas de aportar.

Siempre, siempre, queda la música.

Público

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