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Hollywood era en los años cuarenta una verdadera fábrica de sueños que dirigía la fantasía y las ilusiones de gran parte de la población mundial.
Entre las obras que salían de sus estudios había películas buenas, muy buenas, peores,.... pero también, de vez en cuando, aparecía alguna como Ciudadano Kane, llamada a perdurar. Nacían los clásicos en los que otras artes como la música, la pintura o la literatura, ya contaban con colecciones.
Hollywood era también una industria económicamente muy rentable y muy preocupada de mantener y aumentar sus beneficios. Por ello, necesitaba convertir su influencia en poder para asegurarse de que, quienes regían los destinos del país, estaban de su lado.
Y, por último, Hollywood era un pueblo, un lugar reducido donde era tan difícil entrar que todos se conocían. Un pueblo donde sus habitantes necesitaban, para mantener su ciudadanía, mantener su brillo. Y, para ello, tenían que utilizar todas sus armas. Un pueblo que admitía los instintos más bajos siempre que sirviesen para triunfar. Una sociedad empapada de miedo, de vanidad, de soberbia, de estupidez, de lujuria..... También había inteligencia, pero si decidía no corromperse, estaba siempre fuera de lugar.
De todo esto habla Mank y habla muy bien.
La trama se centra en Herman Mankiewicz, Mank, el guionista que compartió con Orson Welles los créditos y el Oscar por la tapada biografía de W.R.Hearst. El objetivo parece ser reivindicar a este personaje, incómodo y alcohólico, y muy inteligente, en su autoría total de uno de los mejores libretos cinematográficos de la historia. Pero la película, que se mueve desde el rancho donde se lleva a cabo el proceso de creación y se expande en constantes flashbacks, dibuja un paisaje de esa época dorada capaz de hacer una crónica seguramente fiel sin caer en lo sórdido.
Fincher es un excelente director, capaz de manejar perfectamente la acción sin olvidar el perfil psicológico de sus personajes. En este caso, una historia que podía haber sido estática, se convierte en puro movimiento. Además, toma una decisión excelente y es rodarla en blanco y negro y utilizando una textura, desde los títulos de crédito, que remite a la forma de hacer cine de entonces. El resultado de esta forma de hacer es que, no sólo la cinta tiene un gran valor por la historia que cuenta sino también por como la cuenta. Estéticamente es fantástica.
Mank es en definitiva un tributo a una época, que tuvo sus luces y sus sombras, pero, sobre todo, que nos ha hecho soñar y que ha dejado una mitología donde ya muchas obras han adquirido el peso de clásicos.
Es muy buen cine que nace del cine. Que puede ser mejor.
Público
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