CINE: ADAM de Maryam Touzani

 

Marruecos 2019

Lubna Azabal. Nisrine Erradi. Douae Belkhaouda. Aziz Hattab. Hasnaa Tamtaoui

Si hay algo positivo en la ausencia de estrenos de estos meses, como consecuencia de la pandemia, es que los cines han dado sitio a producciones que, en otras circunstancias hubiesen tenido un presencia muy marginal. Recordaremos estos meses como los del cine pequeño, independiente, extraño, proveniente muchas veces de culturas muy diferentes y que nunca soñarán con romper la taquilla. Pero muchas de ellas, como esta, son obras muy estimables. Algo que agradecer a estos tiempos extraños.

Posiblemente la sencilla historia que se cuenta en Adam no nos sorprenda en ningún momento, pero tampoco creo que lo pretenda. Es una historia sencilla: una joven soltera embarazada busca la forma de esperar en la ciudad hasta que nazca su hijo para luego darlo en adopción y poder regresar a su pueblo sin mácula.

La casualidad le lleva a encontrar refugio en la casa de una viuda que vive en un estado de luto permanente, junto con su hija, una niña encantadora que forzará la continuidad de esta relación.

A partir de ahí, asistimos a la intimidad de este grupo humano, a como el comportamiento de una afecta a la otra, al descubrimiento de los pequeños detalles que hacen plena la vida y que atesoran una felicidad valiosa y delicada.

Touzani nos dibuja de forma suficiente el entorno para que ubiquemos la desesperación o la impotencia que late en el fondo de la existencia de una mujer sola en ciertas culturas, pero su interés está en el interior. Con elegancia y cariño, nos transmite imágenes cálidas que son como cuadros, tan bellos como entrañables. Visualmente la cinta es una preciosidad, pero además, esa estética no es artificial ni vacía, sino empapada en sentimiento. La sensibilidad de la directora lleva al extremo el contacto entre estas dos mujeres con toda la profundidad de la comprensión y del nacimiento de una amistad.

Adam es una película comprometida con lo que cuenta y con sus personajes, y es coherente y nada complaciente, pero huye del efectismo porque lo que busca es contar la verdad y lo consigue. Queda como un hermoso cuento triste, llena de momentos para recordar. Una forma en la que el cine cumple con una de sus funciones: abrirnos las ventanas a diferentes mundos, tan cerca y tan lejanos.

Echo de menos volver a ver colas y salas llenas. Espero que vuelvan y mientras tanto, disfruto de los regalos de este cine escondido donde hay tanto por descubrir.

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