TEATRO: EL VERGONZOSO EN PALACIO de Tirso de Molina

 

Dirección.-

Natalia Menéndez.

Intérpretes.-

José Luis Alcobendas. Pablo Bejar. Lara Grube. Anna Moliner. María Besant. Javier Carramiñana. Raúl Sanz. Cesar Cmino. Juanma Lara. Nieves Soria. Carlos Lorenzo.

Compañía Nacional de Teatro Clásico

La versión que hace varias décadas hizo Adolfo Marsillach de El vergonzoso en palacio, fue uno de los montajes icónicos de la CNTC. Personalmente creo que fue la culminación de dos de sus aspiraciones cuando fundó la compañía: representar textos clásicos con absoluta libertad y acercar a estos autores a un público más amplio del que entonces acudía a estas obras.

Consiguió las dos cosas. Y ese Vergonzoso fue un derroche de imaginación visual, de frescura y de juventud. Con llenos diarios.

Natalia Menéndez se atreve a volver a ese texto. Y lo hace respetando esas dos máximas de entonces.

Parte de una versión de Yolanda Pallín que hace muy asequible la narrativa, muy claro el enredo ( algo que no era el fuerte de Tirso, siempre rizándolo en exceso ), pero sobre todo, explota al máximo a esas mujeres rebeldes y audaces que tanto gustaban al autor, de hecho , con muy pocos apuntes y muy sutiles ( apenas unas palabras ) consigue un relevante matiz feminista ausente en la época.

Menéndez incide en el tono de farsa, resalta el humor y consigue que todo sea muy divertido. Lo hace sin duda con la complicidad de un grupo de actores comprometidos que parece pasárselo tan bien como se lo hace pasar al público.

En cuanto a la estética, revalida la libertad a la que Marsillach invitó a todos los directores que se atreviesen en ese escenario, y, con la ayuda de Alfonso Barajas, crea un espectáculo brillante. Sólo le hace falta unos grandes espejos fantásticamente utilizados ( que idea tan genial cuando refleja el propio teatro ) y un árbol desmontable. Para los movimientos escénicos, crean unos divertidos animales, perros y pájaros, que ponen un tono de juego surrealista muy adecuado. Todo ello lo acompaña un muy buen trabajo audiovisual, con unas buenas proyecciones y un adecuado montaje sonoro.

El resultado, ya lo he dicho, es divertido, fastuoso, colorista, en definitiva, una gran fiesta. Una vez más, un camino de acercar a nuestros clásicos al público. Y una buena reposición de este texto. Sin duda a Marsillach le habría gustado, y él sabía mucho de esto.

Público

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