CINE: CORPUS CHRISTI de Jam Komasa

 

Polonia 2020

Bartosz Bielenia. Eliza Rycembel. Aleksandra Konieczna. Tomasz Zirtek. Leszek Lichota. Lukasz Simlat. Barbara Kurzaj. Zdislaw Wardejn

Daniel es un delincuente que está a punto de obtener la condicional en un centro de menores.

Por mucho que tenga aspiraciones de entrar en un seminario y acuda al rosario en momentos de soledad, y que haya convertido al sacerdote de la institución en su mentor y ayude en la misa, es un delincuente pendenciero, con afición al alcohol, al sexo y a la cocaína.

Por circunstancias del azar, termina vestido de sacerdote en una pequeña comunidad rural, algo que posiblemente sería difícil de creer si no fuese porque la historia está basada en un caso real. Es un pequeño pueblo lastrado por una tragedia que los afectados no olvidan y que funcionará en la trama casi como un pequeño thriller.

Será en esa comunidad, necesitada de entender el lenguaje de Dios cuando este llega teñido de dolor, donde el descaro de este muchacho, su capacidad de provocación, de saltarse los límites y oponerse a las normas, conseguirá regalarles una nueva forma de entender la fe. Pero también influirá la necesidad por parte de Daniel, de ayudar a los demás, de sentirse parte de algo y, en definitiva, de encontrarle sentido a su vida.

Corpus Christi funciona a la perfección como artefacto narrativo. Muy bien escrito, con un manejo perfecto de las elipsis y unas tonalidades visuales que, sin cobrar protagonismo, tiñen siempre la historia de los matices necesarios. Pero para mi es mucho más. En un país donde gran parte de la religión es doctrina y iconografía, la película presenta un debate sobre la verdadera naturaleza del bien y las necesidades del creyente, sobre la fe, el dolor y la culpa. Podría entenderse de una forma simplista como un ataque a la representación institucional de la iglesia, y sin embargo, la iglesia es el camino que obtiene nuestro protagonista para ayudar realmente a los habitantes de aquel lugar.

Pocos aciertos de casting tan contundentes como el de Bielenia, su rostro, y en especial sus ojos, le dan una dimensión donde, en perpetuo estado de desconcierto, como si no supiese cual es su lugar, fluctúan entre la bondad y la miseria. Su capacidad de contención es soberbia porque consigue que a pesar de esa sobriedad no perdamos un solo sentimiento. Es magnífico en este difícil papel.

El final de Corpus Christi es triste, casi desolador. No sé si se corresponde con lo que ocurrió realmente. O tal vez no lo es. Quizás nuestra lectura debe ir más allá, acercarse realmente a los evangelios y pensar que hemos asistido a un sacrificio. casi a un nuevo Cristo doliente, porque el bien que ha dejado a su paso, se ha quedado allí para siempre, en ese pueblo entre las montañas.

Público

Comentarios