Documental.
Lo que tradicionalmente conocíamos como cine documental, ha cambiado en los últimos años. Por un lado, está claro, en ocasiones como esta, que gran parte del material, no se ha filmado en ese momento, ya que habría sido imposible la previsión, sino dramatizada posteriormente aunque posiblemente sobre hechos que realmente han ocurrido. Por lo tanto, podríamos considerarlo otra forma de narración que sólo utiliza la realidad como elementos.
Precisamente, esto es lo que hace posible que el material audiovisual esté tan cuidado, y que dentro del cine documental pueda haber películas tan bellas como estas.
Honeyland nos cuenta un personaje, Hatidze, una mujer que es, al parecer, la última mujer recolectora de abejas de Europa. Una dama de otro tiempo, casi parece que de otro mundo, que recorre largas llanuras y escala riscos, que vive sola con su anciana y enferma madre a la que cuida, que recorre las estaciones como una parte más de la naturaleza.
Observarla, contemplar una vida que es difícil creer que siga existiendo, es lo que hace importante esta propuesta, también por supuesto, su historia con la familia turca, que otorga a la cinta un adecuado soporte narrativo.
Pero es ella. Como reina de esos insectos a los que vemos con detalle, con meticulosidad. Convencidos de que su soledad es la de un personaje mítico. La de una diosa de la tierra, el fin de una estirpe. El ocaso de esa tierra seca y desagradecida. Y la dejamos, convencidos también de que cuando culmine el invierno con el que termina la película, llegará otra primavera y muchas más, retornará a cuidar a sus abejas y de nuevo, será única.
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