BALLET: GISELLE de Adolphe Adam/ Vicenzo Lamagua

 

Director.- 

Akram Khan

Música.-

Vincenzo Lamagua interpretando la partitura original de Adolphe Adam.

Intérpretes.-

Tamara Rojo. James Streeter. Jeffrey Cirio. Stina Guagabeour

English National Ballet.

Disponible en Filmin 

Siempre he pensado que los ballets clásicos tienen mucho de cuento en sus historias. No soy un experto, de hecho es una disciplina que he disfrutado en muy pocas ocasiones. Pero pienso en princesas cisne, muñecas que cobran vida, soldados en lucha con el rey de los ratones.... 

Probablemente Giselle lo sea, y puedo imaginarla en un entorno bucólico. Nada más alejado de esta representación.

Como sé poco de ballet, desconocía quien es Akram Khan, al parecer un icono, un genio de origen bengalí capaz de integrar las disciplinas clásicas con propuestas étnicas y movimientos que remiten a las danzas urbanas. Como buen genio, un revolucionario. Y poco más me atrevo a decir. Que esta Giselle me ha atrapado desde la primera imagen.

La textura con la que se abre es áspera, color de tierra. Me sorprende en primer lugar la música, que parece contener la repetición de lo tribal, de las ceremonias de iniciación y muerte, de los ritos. He buscado el original y he comprendido lo perverso de utilizar las mismas notas consiguiendo convertir un tono de celebración en un tono de amenaza. Es como si hubiésemos entrado en la caverna, un lugar en el tiempo sin tiempo, en la prehistoria.   

Esa primera parte me recuerda, con la aparición felliniana de los aristócratas, a la Medea de Passolini, donde era patente esa lucha de clases en una ceremonia primitiva de encuentro entre las dos facciones. Interrumpen en una fiesta pagana, en una celebración de vida, aunque sea una vida oscura, que tiene mucho de pasado remoto, en esas manos reproducidas en la pared de roca.  

Es ahí donde Giselle , en su fragilidad, es un ser diferente, como poesía en la oscuridad, algo perdido, inocente.... vendrá la locura, esa representación de la soledad apabullada de figuras, de mareas humanas, rodeada de siluetas en las que parecen estar atrapando el alma al tiempo que se crean figuras mágicas, tan aterradoras como fascinantes. Ese envoltorio humano que se mueve llevándose con él a la protagonista, que se alza y desciende....

En ese primer acto hay fuerza por toneladas, un conjunto imponente en el que destacan las individualidades de los protagonistas. Agresión ancestral.

El segundo acto comienza en conjunto y dolor, pero poco a poco va creando la intimidad necesaria para el dúo de amor.  Dimensión fantasma, delicadeza de puntas y figuras más cercanas. Es ese final donde tenemos que creer en la redención, en la salvación, en que la Giselle engañada será capaz del perdón y el perdón será capaz de la vida. Es fácil envolverse en ellos, intentar atrapar las imágenes que crean, que nos ofrecen multitud de matices para descifrar, 

En conjunto, esta Giselle es un espectáculo hipnótico, único, en el extremo de los lugares comunes del género. Un cuento oscuro que remite al origen de las leyendas, a aquellos momentos donde el ser humano camina desnudo en su fragilidad y su miedo. Así nos encontramos también nosotros ante una belleza tan sobrecogedora. Extrañados, desconcertados. Pero felices de haber compartido la singularidad de esta ceremonia. Cuando la belleza es tanta que duele.

Público 

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