NOVELA: CIUDADES EN LAS QUE ALGÚN DÍA NAUFRAGAMOS de Ara de Haro

Talentura
126 páginas

Naufragar. Estar perdido en el océano y encontrar tierra, un lugar a donde llegar, donde poder descansar y sentirse a salvo de la inmensidad. Pero nada más. Naufragar no es encontrarse, quizás sólo reconocerse, constatar nuestra existencia, pero lejos queda la solidez de una vida convencional.
Siempre será fácil, sólo un paso atrás, naufragar de nuevo.
Tres ciudades. Nueva York, Filose y París. Sus orillas. contornos más o menos superficiales que sólo adquieren entidad desde la visión de los personajes de esta novela de Ara de Haro.
Porque sus viajes, y sus naufragios, son íntimos y, lamentablemente, muy posiblemente eternos.
La ciudad de los rascacielos se nos cuenta como una ciudad de cristal, donde los reflejos no alcanzan la nitidez de los espejos, quizás porque todavía quienes en ellos se miran no son seres completos sino ansiedades y sueños. Vidas prestadas, inventadas, irreales, alrededor de algo tan artificial como la moda.
Italia aparece pastosa como pastoso es el fracaso que alguien no asume con la decisión suficiente pero que reconoce como definitivo.
París, finalmente, es un lugar mítico para encontrar el pasado y saber que el presente pronto lo será, allí somos leyenda, hemos aprendido que hasta entonces la vida, como diría Gil de Biedma, no nos la habíamos tomado en serio. Pero también somos conscientes de que seguiremos naufragando, de que nos da mucho miedo decidirnos por una isla definitiva.
De Haro muestra vidas fugaces, vidas con filos y fisuras que se mueven en una continua levedad de fracaso en fracaso y, cuyo más éxito es sobreponerse, interiorizar las pérdidas con mucha frivolidad y cierto desencanto. Convertir su existencia en un caminar constante sin asideros. Vidas frugales, sin continencia. Posiblemente la abstracción del verbo vivir como mera actividad.
Que difícil trasladar fragilidad a la prosa.
Que difícil mantener la distancia justa entre los personajes.
Que difícil que las palabras traten con esa delicadeza esas tres historias que son una, que se vinculan sutilmente en su narración pero que por contenido pertenecen claramente a un mismo cuerpo.   
Ciudades en las que un día naufragamos es un ejercicio riguroso, posiblemente triste porque tenemos muy pocas esperanzas de que estos personajes alcancen algún día a conocer lo que es la verdadera felicidad.
Puede ser una comparación artificial, personal en cualquier caso, pero Michael, Julie, Estrella, me parecieron la versión sofisticada y cosmopolita de los que protagonizaban la última novela de Patricio Pron, Pronto tendremos otros nombres.
Vidas en precario.
Devoradas a dentelladas, pero sin llegar al corazón.
Vidas de las que Ara de Haro se configura como cronista, como en su día lo fueron aquellos escritores que, como Scott Fitzgerald, supieron encontrar lo que subyace en la aparente banalidad.

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