CINE: UN BLANCO; BLANCO DÍA de Hlynur Palmason

Islandia 2018
Ingvar Eggert Sigurdsson. Ida Mekkin Hlynsdottir.  Hilmir Snaer Guonasson. Sara Dogg Asgeirsdottir. Bjorn Ingi Hilmarsson. Elma Stefania Agustsdottir. Haraldur Ari Stefansson. Laufey Eliasdottir. Sigurour Sigurjonsson. Arnmundur Ernst Bjornsson. Por Hranfnsson Tulinius. Sverrir Por Sverrisson

Hay películas que son un viaje a la escena final.
Algo así me ocurre con esta hermosa cinta islandesa. Cuando llega al final, a ese primer plano de unos ojos que sonríen con emoción al borde de las lágrimas, siento que era este el lugar donde llegar, y que ha merecido la pena.
Siempre me ha gustado este periodo de inicio de verano desde el punto de vista cinematográfico. A la espera de los taquillazos preparados para agosto, estas semanas se llenan con estrenos algo marginales que no tendrían cabida en temporadas mejores. Es cuando asoman películas de geografías poco atractivas para el público general.
Islandia es para mi un paraje desconocido, aunque en los últimos años hemos tenido buenas propuestas cinematográficas procedentes de allí.
Tengo la sensación de un paisaje que surge entra la bruma, ideal como localización de historias como Juego de Tronos o El Señor de los Anillos, en definitiva, un escenario que tiñe de cuento, de leyenda, a lo que allí ocurre.
Aquí todo comienza con una carretera que apenas atisbamos entre la niebla. Seguimos a un automóvil que no tardará en estrellarse.
El accidente, la muerte, es el principio.
El ogro se ha quedado solo. No tardamos en imaginar que estaba casado con una ninfa. El duelo es difícil, aun cuanto le ayude su nieta y él se haya puesto un objetivo: construir una casa para su hija.
Es un ogro bueno, pero un ogro.
Y por eso no siempre los demás se sienten cerca de su falta de empatía, y también por eso a él le cuesta entender que existan sentimientos que no sean puros, de verdad.
El viaje hasta dejar aparecer el dolor de la ausencia, pasa por las formas del thriller y la venganza, pero es sólo un marco, bien construido narrativamente, eso sí. El camino es aquí mucho más íntimo.Interior.
Formalmente, Palmanson es un muy buen creador audiovisual.
Su caligrafía, desde los primeros fotogramas, es muy particular, hipnótica y con mucha personalidad, capaz de fusionar perfectamente lo artificial de su creación con la expresión de la naturaleza salvaje y hermosa de Islandia. También de convertir esa mixtura en reflejo perfecto de las tormentas interiores del personaje principal.
El resultado atrapa, sorprende, algo que ya no es fácil hoy día.
Me quedaría muchas, como la colección inicial de postales frontales de la casa con cambios de hora y clima, el paseo del ogro por el túnel con su nieta en brazos...
Y no hay excesos. Es una forma de contar, coherente y al servicio de la narración, a la que otorga otro nivel.
La cinta se abre con una cita anónima, que enuncia que, en días tan blancos que el cielo y el mar se funden, los muertos y los vivos pueden dialogar. Por eso tal vez Un blanco, blanco día sea un cuento oscuro donde, con delicadeza, penetra el más allá para guiar el camino de los personajes con menajes sutiles entre susurros.
Al final del viaje, el ogro lo ha aceptado, los humanos son humanos, tan imperfectos como adorables, y él, fuerte, sin fisuras, con la obligación de proteger a los suyos... también tiene derecho al dolor.
Me ha atrapado el monstruo, su ternura, su desconcierto.
Por ello me siento feliz de que sea esto la película del retorno.
Sí. Tras tres meses, hoy he vuelto a las salas.
De nuevo la oscuridad, la pantalla, esos compañeros a quienes no conocemos pero con los que compartimos emociones. En los Cines Renoir, un lugar muy mío.
Posiblemente hayamos aprendido cosas en estos tres meses, hemos visto cine de otra manera, hemos recuperado películas antiguas y han llegado estrenos por otras vías. Ha sido mucho tiempo. Pero hay cosas que nunca debemos de perder. Sitios a los que siempre debemos de volver.
Hoy he regresado a uno de ellos.
Y he celebrado que siguiera ahí.

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