CINE: SINÓNIMOS de Nadav Lapid

Francia 2019
Tom Mercier. Quentin Dolmaire. Louise Chevillotte. Uria Havik. Olivier Loustau. Yehuda Almagor. Gaya Von Schwarze. Gal Amitai. Idan Ashkenazi. Doley Ohana. Liron Baranes. Erwan Ribard. Yawen Ribard. Iman Amara Korba. Sebastien Robinet. Damien Carlet. Ron Bitterman. Naor Nachmani. Yahalom David. Herut Cohen. Valentine Carette. Catherine Denecy. Lea Drucker. Christophe Paou

Hay veces, como en este caso, que la escritura sobre una obra va unida al acto de reflexión. Hablar sobre ella, compartir mis impresiones, es otra forma de acercarme a ella, de intentar entenderla.
De lo anterior debe extraerse que Sinónimos es una obra compleja, que es una obra que me ha importado, y que valoro, por lo que quiero destilarla más. 
Todo comienza de una forma muy simbólica.
Un joven ( pronto sabremos que es un ex soldado israelí ) llega a un edificio señorial en París. Nunca sabremos a quien pertenece la casa a la que se dirige, ni porqué sabe que la llave esta debajo del felpudo. 
Entra en un piso vacío. Un espacio abierto y extraño.
Y tras un desnudo muy carnal, muy masculino, terminará casi muerto en la bañera.
Allí lo encontrará una pareja joven que vive en el edificio. Y eso funcionará como una especie de resurrección.
A partir de ahí se desarrolla la historia, al tiempo que vamos recibiendo la información que el director considera necesaria, pero no por tacañería o manipulación, sino por selección. Porque es cierto que, no sé como, se va formando una línea narrativa coherente, rica, llena de matices y con vías abiertas a la interpretación.
Yoev es ese ex soldado. Un joven que huye de Israel con el deseo de refugiarse en París. Allí encontrará a esa pareja que antes he citado y que podrían ser una versión blanda de Valmont y Merteuil, también a miembros de los servicios secretos israelís. Se humillará para comer y dejará que salga su rabia en la Embajada de su país o ante los músicos de un concierto.
Es una historia extraña porque ninguna de sus dos vertientes, exterior e íntima, se nos expone de forma total, y siempre tendremos que ser parte. Pero aun así, entre la extrañeza hay, y se ve claramente, una historia lineal, transparente. Aunque en algunos momentos tenemos la sensación de acercarnos al teatro del absurdo y nunca están lejos Godard y un Keaton oscuro.
De decepción, de desconcierto, de búsqueda.
La caligrafía de Lapid esta perfectamente integrada al servicio de lo que se cuenta. Esa extrañeza de la que hablábamos se corresponde con una forma de narrar única, llena de riesgos y de hallazgos que se van acumulando, en la mayoría de los casos con acierto. Ángulos imposibles, frontales obscenos, y ese color contenido donde el abrigo amarillo cruza como un símbolo.
Sinónimos es sin duda diferente.
Lo es en fondo y en forma.
Y sobre todo, es muy atrevida.
La fuerza de Tom Mercier lo convierte en un titán doliente capaz de destrozar cualquier convención, una herramienta que el director exprime.
Me he acercado un poco más a Sinónimos, a todos los símbolos que esconde, a sus cargas de profundidad.... y sé que todavía me seguirá rondando algún tiempo.

Público

Comentarios