CINE: EMA de Pablo Larrain

Chile 2019
Mariana Di Girolamo. Gael García Bernal. Santiago Cabrera. Giannina Fruttero. Catalina Saavedra. Eduardo Paxeco. Mariana Loyola. Paola Giannini. Antonia Giesen. Josefina Fiebelkorn. Susana Hidalgo.

Un semáforo aéreo ardiendo en la noche.
Una imagen hipnótica que abre Ema.
Una imagen que dice muchas cosas: por un lado, vamos a ver una película libre, donde no hace falta un color rojo o un color verde, no se aceptan; también está la belleza extraña como seña de caligrafía; y sobre todo está el fuego. El fuego es esencial a la hora de apreciar Ema.
La historia es terrible. Una pareja ha devuelto a un hijo adoptado. Las consecuencias son, entre otras, la destrucción íntima de una relación condenada a la eternidad y a la furia. Recuperarlo, corregir el error, será el único objetivo de la protagonista.
Una vez más, Larrain narra un Chile diferente al que conocemos. Lo hizo en El Club con aquello que esa sociedad esconde, y lo hace ahora trasladando una juventud creativa, vanguardista, contestataría y libre.
El hecho de que el personaje interpretado por García Bernal sea un director de danza especializado en rompedoras performance y la protagonista su bailarina estrella y su pareja, con doce años de diferencia, los hace asomarse a una dimensión diferente. Además, el director envuelve la historia en música y baile, en una narración estilizada de diálogos frontales , y en fuego, por supuesto en fuego.
También, una vez más en su autor, el sexo adquiere un significado visualmente expresivo, como símbolo de la libertad y de la falta de la misma, del poder, de la posesión.
No sé como lo hace, posiblemente con todos esos elementos, la alquimia de un gran creador y el rostro y la entrega de Mariana Di Girolamo, pero Ema se coloca a un nivel diferente de lo que podría ser un melodrama convencional. Esta Yerma que jamás se doblega ante el dolor, ni tiene la generalidad de un símbolo ni la particularidad que le impida ser universal
Y así, esta pareja es para mi una pareja de semidioses, de deidades capaces de vivir en libertad absoluta, de quemar ese semáforo. En esta libertad tomarán decisiones atrevidas, acertadas pero también terribles. Su intento de recuperar lo perdido, de reparar el daño, les llevará a bajar al mundo de los humanos, a interrumpir en sus vidas y a trastocarlas hasta alcanzar a construir un extraño y singular pequeño paraíso.
Porque esos dos nunca podrán ser convencionales, aunque lo intenten, ni tampoco prever. Porque nadie como ellos vive el presente.
Fuego.
Fuego porque Ema es una película que parece arder, que está en un permanente estado de fiebre.
Una película que se consume porque se arriesga en cada fotograma, en cada pieza, y consigue imágenes feroces y hermosas que nos atrapan.
En ocasiones hay obras perfectas y que podemos calificarlas de obras maestras. En otras, hay logros que tienen mucho de inclasificable, pero que nos entra en la sangre, que nos habita. Probablemente esto último tenga mucho de subjetivo, pero lo cierto es que personalmente me siento fascinado por este viaje.
Esas imágenes de esa mujer o de esas mujeres, bailando regueton frente a un horizonte de mar y luces de ciudad, o compartiendo una cancha, o alrededor del globo rojo, me elevan. Las palabras con las que agrede el amor de estos dos seres preñados de dolor, me cortan el alma.
Ema puede disgustar a algunos y gustar, espero que a muchos, pero nadie le podrá negar un puesto de honor entre las obras capaces de inmolarse. De arder. En su fuego.
Pasión. Pasión de quien lo cuenta, de lo que cuenta. Pasión de quien la recibe en este caso.

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