TEATRO: LAS COSAS QUE SÉ QUE SON DE VERDAD de Andrew Bovell

Director.-
Julián Fuentes Reta
Intérpretes.-
Verónica Forqué. Julio Vélez. Pilar Gómez. Jorge Muriel. Borja Maestre. Candela Salguero

¿ Porqué nos cuesta tanto reconocer que somos perfectos?.
¿ Porqué nos cuesta tanto reconocer que no lo son aquellos a quienes amamos?
¿ Porqué necesitamos pensar que lo son nuestras relaciones?.
El amor es un sentimiento complejo, sin duda. Un sentimiento incontrolable contra el que a veces nos gustaría rebelarnos.
La familia es un gran abismo de amor. Probablemente del amor más confuso. Aquel que está ligado a la dependencia y a las expectativas, las que tenemos sobre otros y las que nos obligamos a cumplir.
Pero parece que incluso en las peores situaciones, el amor sigue ahí, en ocasiones confundiéndolo todo.
Las cosas que sé que son de verdad habla de una familia. Una madre manipuladora y entrometida pero llena de amor; un padre acomodaticio y también lleno de amor; cuatro hijos confusos, cada uno con su propia historia, su necesidad de escapar contra su necesidad de quedarse, pero también llenos de amor hasta las trancas.
Todos ellos intentan subsistir, ser. Convertirse en personas fieles a si mismos y marcados por la mácula de decepcionar.
Todos ellos viven y están vivos, más vivos posiblemente cuando están juntos.
Lo que en otras manos podría haber sido un drama familiar, es en este caso una preciosa y delicada tragicomedia, con mucho humor pero también con mucho dolor.
Un estudio plagado de matices en el que es difícil no reconocerse en algún momento.
Se dicen cosas que posiblemente todos hayamos sentido alguna vez y se plantean dudas que conocemos. No. El amor no es perfecto, la familia tampoco, porque nosotros no lo somos. Las cosas no se mantienen siempre igual, porque nosotros vivimos. Pero tal vez lo más importante, además de aceptar esto, sea la honestidad con nosotros mismos y el compromiso con los demás.
De Andrew Bovell, me sorprendió, a mi y a muchos, Cuando deje de llover. Un extenso drama que cabalgaba entre generaciones de otra familia. Al margen de sus muchísimas virtudes y de un fantástico montaje, creo que lo que más me sorprendió fue sentir que, narrativamente, me encontraba ante una novela. Pasaban muchísimas cosas y todas ellas perfectamente construidas. Ocurre también aquí, pero en este caso es una novela distinta. Podríamos decir que Las cosas que sé que son de verdad, sería la obra de teatro que podría haber escrito mi querida Anne Tyler.
El autor se sirve de diálogos, monólogos, discusiones perfectamente orquestadas. Y con todo ello crea una historia en la que llegamos a conocerlos a todos a la perfección.
Julián Fuentes Reta fue también responsable de la producción del mismo dramaturgo que antes he citado. Aquí, de nuevo, opta por la estructura central, en este caso, un pequeño jardín que se convierte en el corazón de estas seis existencias. Y de nuevo acierta de pleno. Su propuesta es ágil, sin llegar a la rapidez, está llena de corazón sin empalagar. Reposada y activa.
Por supuesto le ayudan a ponerla en pie un grupo de interpretes mucho más que correcto. Es difícil no destacar a Verónica Forqué en un papel que parece escrito para ella. Pero cada uno tiene sus momentos y hacen de ellos lo mejor.
Hay humor, mucho, ya lo he dicho, pero también mucha ternura y, sobre todo, mucha verdad.
La tristeza es a veces una buena masilla, siempre que sepamos que no es estéril, sino que su aceptación es otra forma de seguir caminando, en definitiva de seguir viviendo.
De aceptar que nos alimente ese sentimiento tan extraño, tan complejo, tan vital y tan alucinante como el amor.
Dentro del Festival de Otoño, esta obra ha tenido una corta andadura y muy poca difusión, en Los Teatros del Canal. Espero que vuelva, francamente. Es una gozada que me gustaría que muchos pudieran compartir.

Público       

Comentarios