CINE: GRACIAS A DIOS de Francois Ozon

Francia 2018
Melvil Poupaud. Denis Menochet. Swann Arlaud. Eric Caravaca. Francois Marthouret. Bernard Verley. Martine Ehrel. Josiane Balasko. Helene Vincent. Francois Chattot. Frederic Pierrot

Las películas son por supuesto de su autor, pero para mi, también en gran parte de quien las ve.
Recibimos la obra y la hacemos nuestra.
Respondemos a la generosidad del autor con nuestra interpretación, con nuestra apertura para recibir su mensaje, su historia.
Y a veces, como en este caso, te encuentras, o me encuentro, con una historia que me noquea, me aprieta el corazón, que me emociona sin ningún sentimentalismo, que me hace empatizar con sus personajes hasta el punto de sufrir con ellos.
Posiblemente también quienes han hecho críticas tibias han intentado acercarse. Yo no puedo analizarla sólo desde el punto de vista cinematográfico, aunque también como tal me parece muy valiosa.
La película se basa en los hechos reales acaecidos a raíz de la denuncia de varios hombres adultos a un sacerdote católico por agresiones sexuales.
El primero de ellos es un padre de familia numerosa, católico, con una vida estable. A partir de su reacción se encadenarán otros dos casos.
El tema no es fácil.
Siempre habrá quien acuse a la cinta de no afrontar con riesgo suficiente lo ocurrido. Otros, al contrario, podrán hablar de sensacionalismo.
Hace unos años, se estrenó una excelente película sobre el mismo tema, Spotlight.
En ese caso, sin evitar el retrato de los monstruos, la historia se centraba en los periodistas que lucharon por romper los muros de silencio. La narrativa era casi de thriller.
Gracias a Dios opta por el corazón.
Aunque, por supuesto, también es imprescindible hablar, perseguir, mostrar, el silencio de la iglesia y su incomprensible reacción. También existe ese camino hacia el reconocimiento de lo sucedido, esa lucha que aquí, de una forma honesta, se particulariza sin extenderse a la institución aunque sea patente su responsabilidad.
La historia se muestra desde el dolor, no sólo de las víctimas directas, sino de todos los que les rodean y que, como ellos, sufrieron tanto por las heridas de sus seres queridos como por su propia incapacidad de protegerlos. Desde la culpa al reconocimiento.
El guion me parece excelente en su meticulosidad a la hora de describir la conciencia interior de cada personaje.
No se escatima nada, no se crean falsos estereotipos.
Por ello incluso hay un interesante desarrollo sobre el montaje de la asociación con la que se pretende promover y canalizar las denuncias. Con el posible protagonismo y las diferentes opciones de continuidad. También con el nivel de compromiso con la causa. Son humanos, el comportamiento de alguno en estos aspectos puede despertar dudas. Pero eso no les resta legitimidad para su condición de víctimas.
El núcleo está en ellos.
Esos tres hombres, esos tres niños que fueron, que el director nos muestra en una mirada temerosa cuando los elige el monstruo.  Que ahora miran, con el desconcierto de a quien nadie le ha explicado las razones por las que le ha tocado sufrir. De aquellos a quien nadie pide perdón.
El director les mira a los ojos, escucha sus silencios, les observa con cariño, comprensión, amor. Les regala el amor que muchas veces no tuvieron.
Leo en una entrevista previa que el proyecto comienza para su director, antes incluso de determinar su contenido, con la idea de hablar de hombres débiles. Me siento, en ese área, identificado.
La historia es intimamente grande. Es densa, es sólida y es muy muy necesaria.
Además está rodada con la elegancia que está siempre presente en Ozon. Nunca hay nada feo en sus películas, nada desagradable.
Pero además, ya lo he dicho, a mi me ha dado un mordisco en el alma. Y eso no lo consigue cualquiera, ni cualquier obra. Hacía tiempo que no lloraba.

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