CINE: ATARDECER de Laszlo Nemes

Hungría 2018
Juli Jakab. Vlad Ivanov. Susanne Wuest. Uwe Lauer. Christian Harting. Levente Molnar. Urs Rechn

Hace unos años, Laszlo Nemes noqueó a público y crítica con El hijo de Saul.
El escenario era un campo de concentración nazi. El protagonista, un prisionero con la atroz misión de despojar los cadáveres antes de que entren en el crematorio. Personalmente creo que la historia tenía algo de artificioso y un punto críptico.
Pero lo que convertía su visionado en una experiencia era la opción caligráfica del director: la cámara estaba la mayor parte del tiempo en la nuca del condenado. A su alrededor, en ocasiones, la imagen se difuminaba con lo que existía una sensación desconcertante e incómoda de imprecisión  visual.
Éramos más que nunca los ojos de un protagonista, sus movimientos, su corazón, y lo acompañábamos a un viaje al infierno.
Y el director conseguía que su inseguridad, su falta de coordenadas, fuese la nuestra.
Con Atardecer de nuevo, cine de época. Y de nuevo en tiempos turbulentos.
Hungría, Budapest en la primera década del siglo XX, un imperio fastuoso, grande en fondo y forma, pero que esconde una podredumbre social y moral imposible de sostener.
El escenario previo a la Primera Guerra Mundial.
Históricamente siempre me han interesado esas balsas de ignorancia. Años inmediatamente anteriores a grandes conflictos en que quienes los habitan, son ajenos al futuro, están ciegos, ni siquiera pueden imaginar lo que les espera a pesar de ser culpables. Son muchos los creadores, especialmente escritores, que han recogido esos momentos: Chejov, Banfly, Marai... cronistas desde la nostalgia de lo que saben que desaparecerá pronto, de lo que no puede sobrevivir.
En Atardecer, Iris regresa a Budapest, a la sombrerería que sus padres regentaron y donde, al parecer, fallecieron.
Pronto se enterará que tiene un hermano desconocido y, en su búsqueda, se irá internando en la tragedia.
Alrededor de ese taller, referente de la elegancia del país, irán apareciendo rincones oscuros, signos de la hipocresía moral de una sociedad decadente.
Al mismo tiempo, comienza a labrarse la fuerza de la ira.
Lo que se le ha echado en cara a esta propuesta de Nemes por parte de la crítica ( tan agresiva con esta como entregada con El hijo de Saul), es que el director haya convertido la caligrafía experiencial de su cinta anterior en estilo, que se repita a si mismo. Es cierto que lo que ocupa más espacio en el metraje es la espalda de la protagonista, también la rodean en ocasiones imágenes difuminadas, y, a mi entender lo más negativo, la historia no siempre se sigue con facilidad.
Es una película difícil. Una propuesta que exige mucho al espectador. Pero esto no tiene porqué ser negativo.
Igual que no consideré El hijo de Saul esa incontestable obra maestra sobre la barbarie nazi, tampoco considero esta un fracaso.
Atardecer es una película interesante en su contenido, elegante en su forma.
Tal vez le falte cierta grandeza sobre el hecho narrado pero es una producción de calidad y da una visión interesante de una época.
Autoplagiarse en una ocasión es perdonable, más cuando, como en este caso, la propuesta tiene sentido, descubriendo la trama y el paisaje al tiempo que su protagonista.
Habrá que esperar para ver si Nemes descubre nuevas formas de contar o si se queda anclado aquí. Sería una pena porque estoy seguro de que tiene un talento destacable y singular.

Público

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