CINE: TRES CARAS de Jafar Panahi

Irán 2018
Jafar Panahi. Behnaz Jaffari. Maedeh Erteghaei. Narges Delaruni. Marziyeh Rezaei

Se supone que el cine de Panahi es un cine furtivo, realizado al margen de cualquier esquema de producción tradicional. Sólo talento. Sólo músculo.
Un cine personal por lo que tiene de implicación de su autor.
Un cine que en ningún caso renuncia a su vertiente política pero que no por ello se olvida del componente artístico.
Un equilibrio difícil. Casi imposible. Pero que él consigue una y otra vez.
Tres Caras es posiblemente más ficción que Taxi a Teheran. No es negativo. No por ello deja de ser un reflejo puro de la realidad.
Una actriz amiga del director recibe un vídeo de una joven que dice haberse suicidado como consecuencia de la falta de libertad a la que la somete su familia.
La protagonista y Panahi deciden acudir al pueblo donde se supone que han ocurrido los hechos para comprobar la veracidad de los mismos.
El paisaje urbano de Teherán se sustituye ahora por el entorno rural del país.
Recorremos la belleza de lugares agrestes y visitamos comunidades y personas anclados en una indeterminada edad media, tanto por el entorno físico como por el moral.
Igual que ocurría en su cinta anterior, la narración se ve jalonada de retazos de historias que a veces rozan el surrealismo pero que en su conjunto componen un tapiz cercano a los cuentos enlazados de la tradición oriental.
La mujer que duerme en su tumba, el toro mitológico, el hombre que guarda el prepucio de su hijo....
Panahi ama Irán y a sus gentes.
Así, con ternura y humor, nos lo muestra. Sin ningún efectismo, sin ironía ni sarcasmo. Con una forma de filmar que no teme detenerse de forma casi eterna en un rostro, utilizar el fuera de campo o convertir la mirada en cámara principal.
Su caligrafía no es abrupta, no renuncia al estilo. No es pobre aunque se haga con pocos recursos.
Pero además lo llena de corazón.
Podría parecer que hablamos de un cine primitivo y casi documental. Nada más lejos de la realidad. Tres Caras es elegante desde el punto de vista formal y cuenta con tensión narrativa de principio a fin.
Y, sobre todo, en ningún momento renuncia a su vertiente política, a mostrar aquello que debe de cambiar.
Es arte valiente.
Panahi deberá estar siempre aquí.

Público

   

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