OPERA: IDOMENEO de W.A. Mozart

Director de escena.-
Robert Carsen
Director musical.-
Ivor Bolton.
Intérpretes.-
Jeremy Ovenden. Anicio Zorzi. Sabina Puértolas. Hulkar Sabriova. Krystian Adam.
Nueva producción del Teatro Real- Madrid. En coproducción con Canadian Opera Company de Toronto, el Teatro dell'Opera di Roma y la Opera Real Danesa de Copenhague.

La opera es en si misma un espectáculo narrativamente anacrónico, como lo es en general todo el teatro musical.
A la necesidad de asumir que los personajes se comuniquen cantando, se añade en el caso de este género lírico, unos argumentos habitualmente rocambolescos que llevan lo trágico y lo melodramático a su máxima expresión.
Por eso, como punto de partida, creo que teatralmente es menos cuestionable cualquier adaptación, actualización o propuesta escénica que lo aleje de lo convencional, aunque no deba de entenderse con esto carta blanca para cualquier experimento.
Robert Carsen trajo al Real una versión escénica maravillosa de Diálogos de Carmelitas. De sus producciones posteriores recuerdo Katia Kabanova y Iphigenia en Tauride, ambas fascinantes visualmente. De algún modo, en las tres se movía en cierto nivel de abstracción.
La propuesta que hace de Idomeneo sin embargo es muy contundente en su localización.
Desde que se abre el telón, con un cuadro impresionante desde el punto de vista dramático, nos encontramos en una playa ocupada por un grupo de refugiados. Pronto se incorporarán los soldados. Son los griegos y los troyanos que aparecen ante nosotros con una estética totalmente reconocible.
A partir de ahí, este drama de dioses y hombres, se desarrollará en un entorno de ciudad destruida, de hombres sin tierra, de ejércitos alimentados por la sangre.
No encuentro el paralelismo. No me molesta el que un grupo de soldados invoquen a Neptuno o que hablen de ir al templo a encontrarse con el sumo sacerdote. Como decía al principio, el anacronismo lo doy por hecho como punto de partida. Pero no busquemos la justificación en el contenido: más allá de la posible identificación del monstruo con la propia guerra o de el recordatorio de que los refugiados existen desde el principio de los tiempos, son simples alusiones pero no conforman un eje narrativo que valide desde ese punto de vista el cambio. Puedo entenderlo, eso sí, como homenaje a los perdedores, un homenaje legítimo y bienvenido. Hay cosas que nunca conviene olvidar.
Para mi , la razón principal en Carsen y en muchas de estas elecciones, es la estética. No lo digo negativamente. Y sobre todo no lo digo negativamente en este caso, porque desde ese punto de vista esta producción no puede ser más acertada. El Idomeneo de Carsen es tan fastuoso como merece un coliseo de este nivel. La fuerza de sus imágenes es brutal, ese mar, ese cielo. Nadie mueve como él a las masas pero también es capaz de cuadros de preciosa intimidad.
Resumiendo:
Una vez más, este director genera un magnífico espectáculo. Serán otros los que puedan cuestionar la libertad que se toma en la traslación. No yo. Disfruto con la maravillosa música de Mozart mientras me siento totalmente impactado.
Creo que lo que ayer pude ver en el escenario es grande.
Y además, repito lo que escribí más arriba, no está de más que alguien nos recuerde aquello que en tantas ocasiones, pretendemos olvidar.

Público

 

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