200 páginas
También disponible en ebook
No me resulta fácil leer a Virginia Woolf.
Pero me resulta fascinante.
Siempre tengo la misma sensación cuando me decido a regresar a ella:
Que me va a sorprender con las propuestas literarias más avanzada, arriesgadas, diferentes. Que su forma de contar va a ser siempre única. Que su literatura es una literatura elaborada hasta el mínimo detalle. Que no hay nadie que escriba como Virginia Woolf.
¿Como hablar de su obra sin saber que estoy quedándome muy limitado?.
Sus textos son tapices construidos con palabras, moldeados. La autora es capaz de llegar a la profundidad, pintando con primor e inteligencia la superficie.
Para ello, o con ello, es fácil dejarse envolver por sus manos, porque la sensación ( y estoy intentando no ser demasiado abstracto pero no encuentro otra forma de hablar de esta forma de escribir ) es que estas páginas nos tocan de una forma física.
Nadie ha conseguido contarme como se vivía entonces en Inglaterra. Cual era el comportamiento de la alta sociedad y su contraste con la rebelión incipiente de las clases bajas. La indiferencia y la insatisfacción inconsciente por un lado, la rabia por otra. Hay buenas obras al respecto, pero ninguna alcanza la dimensión de Woolf. Podemos imaginar, imagino, una escritora de una sensibilidad única, frágil. La encontramos tanto en las páginas más narrativas, como en otras más cercanas a la poesía o la pintura abstracta y en aquellas en las que, acercándose a la magdalena de Proust, realiza un ejercicio libre de evocación.
Por destacar alguno, en esta colección me quedaría con la perfección absoluta de El Espejo. Pero todos, todos, son fruto de una escritora que consagró su vida a las palabras, posiblemente más que a la vida.
Público
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