TEATRO: JANE EYRE de Charlotte Bronte

Dirección.-
Carmen Portaceli
Versión.-
Anna María Ricart
Intérpretes.-
Ariadna Gil. Abel Folk. Jordi Collet. Gabriela Flores. Pepa López. Joan Negríe. Magda Puig
Vilonchelo.- Alba Hero
Piano.- Clara Peya/ Laia Vallés. Clara Lai

Quiero creer que esta es la historia de amor hacia una novela.
Quizás no sea la historia pero yo quiero que sea la historia, me gusta.
Me gusta pensar que Jane Eyre es una narración que enamoró de niñas a Portaceli y Ricart, artífices de este espectáculo.
Quiero creer que ese amor se mantuvo en su adolescencia y su madurez, cuando la historia fue perdiendo su carácter gótico y romántico para alcanzar otra dimensión que también estaban alcanzando sus propias vidas, la de las mujeres que buscaban en el mundo un lugar de libertad.
Quiero creer que, cuando finalmente consiguieron la posición adecuada para poner en pie ese espectáculo lo hicieron con emoción, con ilusión, como quien cumple un sueño.
Y que lo hicieron en un nivel de equilibrio que les permitía aprovecharse y hacer suya la epopeya pero sin traicionar el original.
En un lado de la balanza la libertad. Esa capa que subyacía en el cuento de esta heroína rebelde. Y que en la versión que nos ofrecen está representada, por una parte, por su falta de aprecio a los personajes masculinos, en especial del Sr. Rochester, un fanfarrón superficial, pero también del clérigo, infantil y absurdo. Por otra, la decisión de dar voz a la loca, de crear un personaje entero con la ayuda de textos de Ancho mar de los Sargazos, la preciosa novela de Jean Rhys.
En el otro, el respeto a la historia de amor, al romanticismo de su autora en ese final tal vez improbable pero hermoso. A fin de cuentas, ya había llegado bastante lejos para su época.
Eso sí, el discurso final es una declaración de intenciones, pero también en este caso evitando cualquier asomo de crítica o ironía.
El montaje se desarrolla en un lugar indefinido y con un vestuario indefinido. Podría estar sucediendo en la mente de su protagonista, nuestra narradora. Es una propuesta evocadora, quizás por el movimiento coral, por las preciosas proyecciones que llenan en ocasiones las paredes blancas o por la música en directo. El caso es que Portaceli consigue, desde el primer segundo, que me sienta dentro de la novela, algo muy difícil cuando un texto tan largo se traslada a dos horas de teatro. Y quiero resaltar que entro en la novela, casi como espacio físico, siento la textura del papel, el olor; es como si estuviese leyendo. Literatura en estado puro.
He dejado para el final la interpretación.
Todos están bien, pero es imposible no prenderse de una Ariadna Gil presente durante toda la pieza, capaz de transitar desde la fragilidad a la pasión a lomos de la inteligencia. Me gustaba en sus inicios, luego la vi demasiado evanescente. Y en Jane Eyre hace una creación superlativa, desde la pureza de su voz y su claridad al transmitir con ella, hasta el lenguaje corporal, casi de bailarina.
Jane Eyre de Portaceli es un espectáculo muy hermoso y muy bien estructurado desde el punto de vista narrativo y visual, de un cromatismo perfecto en su minimalismo. Sólo, tal vez, me baja un poco el interés el episodio de la vicaría, quizás por no estar a la altura del resto. Pero en conjunto es muy valioso.
Y me gusta pensarlo como una historia de amor.
De alguien que ama al teatro y que de niña amó una novela.

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