CINE: LA GRAN BELLEZA de Paolo Sorrentino

Italia 2013
Toni Servillo. Carlo Verdone. Sabrina Ferilli. Carlo Buccirosso. Iaia Forte. Pamela Villoresi. Galatea Ranzi. Massimo de Francovich

Entro a ver La Gran Belleza con una gran curiosidad provocada por la variedad de opiniones que van desde los que la consideran una obra maestra, hasta los que la califican como un inmenso ejercicio de vacío.
El sumun es el hecho de que un mismo crítico,  el tan valorado y siempre riguroso Carlos Boyero, que en su momento lo definió como un extremo ejercicio de aburrimiento, haya dado marcha atrás tras un segundo visionado y la califique de magnética.
No recuerdo grandes alabanzas en su paso por el Festival de Cannes y, sin embargo, arrasó en los Premios del Cine Europeo.
En fin, lo dicho, variedad de opiniones, algo que, sin duda, garantiza en el peor de los casos cierta singularidad.
Pues bien, sólo me hacen falta cinco minutos para encontrarme inmerso en esta desbordante propuesta desde el punto de vista visual, fascinado por sus imágenes, por su música, pero también por su mirada, por ese movimiento con que el director ( y en su nombre el principal protagonista excelente Toni Servillo, con las dosis exactas de cinismo y tristeza  ), nos ceden su lugar, su perspectiva, y su serenidad ante una belleza abrumadora: impresionante la capacidad de dar un nuevo enfoque a las obras de arte pero también a integrarlas con la naturaleza o el elemento humano, mostrándonoslas como nunca antes se habían visto, y trasladando una extraña sensación de plástica en movimiento. Roma es la ciudad ideal para esto, y nunca nos la han enseñado tan hermosa.
Pero La Gran Belleza no es sólo una propuesta estética, su magnetismo no es sólo sensorial.
La película traslada una idea , o un cúmulo de ideas, tan compleja, que también invade nuestra inteligencia.
El director y guionista utiliza a un periodista de éxito ( y escritor olvidado ) para que nos sirva de guía en la Ciudad más bella del mundo,  pero también entre un grupo de personajes variopintos que puede representar arquetipos como la élite intelectual, el vendedor vulgar, o los aristócratas venidos a menos ( que delicada la escena de la visita de la Condesa a su antiguo hogar, hoy museo )y también alrededor de abstracciones como el amor o la muerte y la memoria. Con todo ello, construye una historia sobre la que creo que ya he utilizado la palabra desbordante, llena de retazos de otras mil, de líneas que se mueven entre el sueño y la realidad. Un cuadro que bascula entre el surrealismo, el arte conceptual, el abstracto.
Personalmente, creo que Sorrentino ha hecho una magna película sobre la decadencia de la civilización moderna, aquella que nunca va a estar a la altura de lo que nos legaron nuestros ancestros. No en vano, las fiestas ( nunca mejor rodadas, capaces de bascular entre el colectivismo y la individualidad ), no me parecen lejanas al encierro de los muchachos del Decameron mientras en el exterior la peste era un ángel exterminador; es como si todos estos invitados sólo quisiesen perder la consciencia, sabedores de que el futuro no tendrá nada que ofrecerles y que ellos mismos ya han quemado su presente.    
Ya está bastante claro, que personalmente me decanto por aquellos que consideran La Gran Belleza una obra a recordar, posiblemente a contracorriente en su inspiración felliniana que puede hacer convivir flamencos y jirafas, enanos y un cielo que se convierte en mar, y otras mil sugerencias, sin olvidar los aspectos más teatrales de la religión ( inquietante la presencia de la Santa ).
De hecho sólo pondría una pega a esta pieza que se convierte en una verdadera experiencia, me refiero al hecho de que son tantas las pequeñas perlas que contiene este joyero, que tengo la sensación de que serán necesarios varios visionados para llegar al corazón paladeando todas sus capas.
Hermosa, sin duda.
¿Desigual? posiblemente.
Pero también única, desbordante ( y van tres ), brillante, sorprendente, sanguínea, magnética....
Grande.
Entrar en ella, sumergirse en este océano, no fue difícil, sino irracional; mantenerme durante sus dos horas y media buceando en sus aguas, un placer; ahora me toca salir. Las grandes obras tienen en su contra que ese es un paso que siempre duele.
P/S Dentro de la catarata de escenas que componen el film, no puedo cerrar este comentario sin citar dos:
La broma autoparódica en la Marina Abrahnovic demuestra un sentido del humor que no le suponia.
Y, sobre todo, el minuto mágico que protagoniza Fanny Ardant, un canto de amor al cine, a la belleza, a la mujer, en sólo unos segundos llenos de grandeza.

Público

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Acabé de grúas voladoras sobre balaustradas... hasta el ombligo.