NOVELA: LA INFANCIA DE JESUS de J.M. Coetze

Literatura Mondadori
272 páginas

En el caso de un escritor como Coetze, tendemos a buscar algo en el fondo de sus narraciones: un mensaje, una lección, una orientación sobre su forma de ver el mundo, retazos de la sabiduría que destila su mirada...
Tal vez por ello, el desconcierto es tan general sobre esta novela que ahora nos ocupa.
Tengo que reconocer que , antes de comenzar a escribir esta reseña, he buceado en la red buscando referencias que puedan orientarme en lo que subyace bajo esta fábula en apariencia ligera de ciencia ficción simbolista. Y lo que me encuentro es , en algunos casos, cierta furia, en otros desdén y , finalmente, cierta moderación desconcertada.
Personalmente me encuentro más cerca de esta última posición: nada me molesta en esta historia, y no sólo eso, sino que en su inicio consigue sorprenderme, y además agradezco un tono general de levedad que hace bastante ligera su lectura, frente a densidades pseudofilosóficas de otros autores.
Entro entendiendo que la parábola nos habla de la imposibilidad de privar a la humanidad de su propia naturaleza, aquella que en muchas ocasiones nos hace reos de deseos incontrolables, de ansiedades venenosas, de pulsiones violentas... pero que es también la base de la verdadera felicidad. Comprendo ese aire de cuento sencillo, ese mensaje tan directo, y ni siquiera necesito explicaciones que no aparecen; asumo el presente del mensaje.
Sin embargo, me desconcierta el desarrollo, donde los atisbos dramáticos como la aparición de Daga, el uso de la grua, Inés, la residencia ... simplemente se esbozan y la trama, por llamarla de algún modo, se desvía hacia el pequeño David, pero también sin dejar clara la dirección.
Es como si de alguna manera Coetze hiciese algo tan extraño como huir de la lógica narrativa y , cada vez que se encuentra una posibilidad de avance en su relato, decidiese moverse hacia otro lado, algo reiterativo y menos interesante.
El problema no es el simbolismo o la cierta abstracción que ya estaba en alguna otra de sus obras. El problema es que en este caso no quiere , parece, ser estático y, aun así, no sabemos hacia donde avanza, o si ese avance no es parecido al de Alicia, cuando había que correr el doble para llegar al mismo lugar.
Alguno de los críticos más condescendientes, hablan de una especie de gran broma ; no tengo yo a Coetze como un gran bromista. En cualquier caso, podría ser , y quizás la broma empezase engañando al lector que cree en sus primeras páginas encontrarse con una versión densa de La carretera, para luego llevarlo más o menos a su terreno. 
Pero también, o sobre todo, está el título. Es clara la referencia que en él se encuentra a la doctrina católica ( seguramente resaltada por el hecho de que el protagonista, junto con el niño, se llame Simón ), no hay ningún Jesús en sus casi trescientas páginas. Sin embargo no existe nada espiritual  aquí sino que, al contrario, tiene todo una base absoluta en un estilo de vida totalmente materialista. Puede imaginarse , yo no, pero quizás alguien pueda, a un nuevo mesias como este niño caprichoso, enigmático, revolucionario dentro de sus límites, capaz de construir realidades cuando se niega a aceptar las existentes e impuestas , pero también bastante imposibilitado para el amor, para la compasión o el agradecimiento. 
No sé si ese es el camino.
O quizás, efectivamente , todo sea una gran broma , comenzando por el título.
Vuelvo al inicio: no comprendo este Coetze, no me molesta, se lee rápido y fácil ( con las pocas veces en que su autor ha sido fácil ) pero me resulta desconcertante.
A lo mejor es mi inocencia pero me cuesta pensar que un autor de este calibre sencillamente se haya equivocado o no haya tenido el aliento suficiente para trasladarnos lo que quería.
Aunque también mi adorado Paul Auster escribió Tombuctu.
Quien sabe

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