TEATRO: LUCES DE BOHEMIA de Valle Inclán

Dirección.-
Alfredo Sanzol
Intérpretes.-
Juan Codina. Chema Adeva. Jorge Bedoya. Josean Bengoetxea. Paloma Córdoba. Lourdes García. Paula Iwasaki. Jorge Kent. Ascen López. Jesús Noguero. Paco Ochoa. Natalie Pinot. Gon ramos. Angel Ruiz. Kevin de la Rosa. Guillermo Serrano.

Sanzol es el máximo exponente de buen rollo en el teatro.
No lo conozco pero estoy seguro de que le cae bien a todo el mundo. Es imposible que alguien que maneja el sentido del humor con tal maestría, sea de otra manera.
Es un humor blanco, tierno, lleno de inteligencia y de empatía.
Hasta ahora sólo había visto en sus manos textos propios.
Y de repente, se enfrenta a uno de los textos capitales de nuestro teatro, aquel con el que Valle Inclán definió el concepto del esperpento.
No hay versión. Salvo mínimos apuntes, Sanzol toma el texto para servírnoslo con un respeto que sólo puede nacer de la admiración. Con un cariñó lleno de mimo y de cuidado.
Porque la palabra es , sin duda, el principal protagonista de esta representación ( a pesar de que luego hablaré de la belleza de su estética ), se dice a la perfección, se escucha y se entiende. Nunca me había llegado con esa claridad, nunca como ayer noche había comprendido la grandeza de Luces de Bohemia y su significado en la literatura y la historia.
Sanzol, por otro lado, esta dotado de un ángel que le permite empapar todo de una delicada ligereza, gozosa, aérea, casi mágica. Y de magia tiñe esta propuesta alrededor del movimiento de unos espejos, muy identificados con el contenido que Valle Inclán nos traslada y una magnífica iluminación que saca brillo de la oscuridad.
Poco más hace falta. De nuevo la palabra. Y por ello, poco a poco, el director va despojando el escenario hasta llegar a la desnudez de la escena de la muerte de Max Estrella. Todo cajas. Todo teatro. Porque Valle amaba al teatro y lo ama también Sanzol, y ninguno tiene miedo de contar que lo que están haciendo es puro teatro.
Al final, después de este viaje nocturno en que parece que nos han puesto alas para acompañar al protagonista, llegan las tres escenas finales, esa especie de tres epílogos con los que el autor arriesga prolongando la obra más allá de la vida del genio. En alguna crítica de esta función he leído que ese final se alarga demasiado. Ojo. No se alarga: está en el original. Sanzol se limita a respetarlo y ponerlas en pie con maestría.
Como un sainete la primera.
La segunda como una evocadora elegía.
Y la última, convirtiendo el drama en grotesca tragedia.
También, de nuevo la palabra, hablaba de como se dice. En este sentido, el conjunto de actores es fantástico, versátil y homogéneo. Pero siempre hace falta un Max. Es él la columna vertebral de la obra, su razón de ser. Juan Codina. No hay palabras para admirar su dolor, su ternura, su inteligencia.... en su interpretación está toda la anchura del personaje, toda su historia, su pasado y su presente, toda su hondura. He visto otros Max, algunos con carisma, pero no recuerdo ninguna con esta intimidad tan cercana al alma. La suya es una actuación a recordar.
Alfredo Sanzol nos regala una vez más buen teatro, esta vez, sobre un texto sagrado.
Su Luces de Bohemia es para mi una de las mejores representaciones posibles de un texto que sublima y engrandece. Hay mucho amor en la propuesta. Como ya he dicho, también mucha belleza.
Y dolor, mucho dolor por entender una España tan compleja como rica, tan cruel como generosa. Como decía el poeta, "a veces madre y siempre madrastra".

Público
       

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