CINE: SILENCIO de Marin Scorsese

USA 2016
Andrew Garfield. Liam Neeson. Adam Driver. Tadanobu Asano, Ciaran Hinos

Japón en el siglo XVII.
Tras tiempos de conversión liderados por San Francisco Javier, los señores feudales emprendieron una feroz campaña para erradicar el cristianismo, convencidos de su carácter nocivo sobre la tradición. La nueva religión, que propagaba el respeto a todos los seres humanos, la paz y el amor, no encajaba en una sociedad de castas con trazas de esclavitud.
Desde nuestra perspectiva actual podemos dimensional el inmenso valor de aquellos misioneros que recorrieron un mundo desconocido y sin ninguna posibilidad de comunicación para propagar su creencia en Cristo. Es difícil no admirar y sorprenderse con su inmensa fortaleza. Pero esta venía de su capacidad de sentirse cercanos a Jesús, de su amor inmenso por él.
Dos sacerdotes jóvenes, llenos de fe y carentes de cualquier duda, tienen que enfrentarse a la acusación de apostasía hacia su maestro, un jesuita portugués misionero en aquel país, y desaparecido desde hace años.
Su decisión es acudir en su búsqueda. Y lo hacen llenos de fuerza, de ilusión, convencidos de la falsedad de esos hechos y de la necesidad de continuar la  labor evangelizadora.
Así comienza una epopeya que no está lejos de El corazón de las tinieblas, la búsqueda de alguien a quien la comprensión de otra realidad ha convertido en una persona diferente.
En su viaje encontrarán una oposición mucho más radical y cruel de lo que podían esperar, pero también una fe escondida por parte de los campesinos, que llega a rozar lo incomprensible en su martirio. Posiblemente, esos cristianos escondidos suponen para ellos la misma admiración que citaba anteriormente y que ellos suscitan en nosotros; la necesidad de vencer el orgullo al descubrir que siempre hay algunos que ,con mucho menos, tienen mucho que enseñarnos
Y también aparece el silencio, ese silencio de Dios, a quien se pide respuestas para poder entender más allá del sacrificio.
La primera pregunta de los sacerdotes, la que no se atreven a plantearse hasta mucho más adelante, no es si su viaje, su actitud o ellos mismos están a la altura de la fe de estos humildes, sino si lo está el mismísimo Dios.
Silencio, la novela, es un libro que leí hace ya tiempo, un libro pequeño en tamaño pero relevante, intenso y transparente en su narración y su contenido.
Martin Scorsese afronta su realización como una  gran historia, con casi tres horas de duración y una producción tan elegante como efectiva, lenta en su desarrollo para permitir al espectador la reflexión, aunque esto en ningún caso impide que la trama nos enganche.
Tampoco el discurso interior impide que admiremos la grandeza de un paisaje terrible en su desolación y en su hermosura, muestra palpable de la grandeza de la creación.
Pero es importante tener en cuenta que lo que busca su director es hablar de la fe.
Y hacerlo desde el punto de vista dialéctico.
Por ello, Silencio apuesta por una obra que renuncia a gran parte de la épica por un contenido más profundo, por la reflexión.
En este sentido, el personaje del Padre Ferreira y su diálogo en la parte final con Rodrigues ,es casi un debate, un tratado sobre la justicia y la misericordia, sobre la verdadera responsabilidad del ser humano, y en especial de los cristianos, con la miseria.
Lo que más me gusta de Silencio es la duda.
Siempre he renegado de la seguridad absoluta y especialmente en el ámbito espiritual.
Silencio huye del dogma, algo que no puede aplicarse en circunstancias tan diferentes.
Como he dicho, se renuncia a la épica y a cierta grandeza narrativa, tal vez incluso a algo de pasión. De hecho, he encontrado críticas al respecto.
Sin embargo, personalmente encuentro una emoción mucho más sólida.
Scorsese comparte con nosotros su estremecimiento ante la trascendencia y la complejidad, ante la necesidad de entender, la desesperación o la angustia en ocasiones pero también la belleza incomprensible de la fe, comparte el milagro de la humanidad y su miseria, también la gozosa construcción del ser humano del que aprender, un ejercicio en el que se descubren maravillas como la de su protagonista/ director: entender la voz de Dios en el silencio, ser capaz de escuchar la respuesta, saber poner en ello el alma.
Silencio es una muestra de la historia, como camino para la reflexión. Hoy.
Y, por supuesto, una excelente producción narrativa que llena la pantalla.
Terminar con ese regalo a su personaje central, es también una declaración de intenciones.
Fe.

Público

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