NOVELA: EL HILO AZUL de Anne Tyler

Lumen
480 páginas

Desde que descubrí a Anne Tyler en Lecciones de respiración, me he mantenido absolutamente fiel a través de los años, a pesar de que no ha sido hasta hace poco reconocida en nuestro país como uno de los grandes referentes de la novela americana.
Una y otra vez he comentado que sería el Nobel de Literatura Sorpresa que me haría más feliz.
Verla en la portada de El Cultural de ABC la pasada semana , fue un verdadero subidón.
Parece que sus novelas ya han encontrado aquí cierto nivel de lectores que nos asegura la llegada más o menos regular de sus obras aunque lo hagan en diferentes editoriales.
Es un regalo, porque si bien algunas de sus obras me gustan más que otras, ninguna me ha decepcionado.
El hilo azul es de las importantes, una larga saga familiar en varios tiempos, escrita con su habitual delicadeza, con la precisa lucidez de su capacidad de observación y con un sentido del humor que indica una actitud en su mirada, totalmente empática con las personas corrientes que son siempre los protagonistas de sus libros.
En este caso, voy a utilizar un comienzo que puede resultar extraño:
Buscando opiniones sobre esta novela, fui a dar con un blog donde alguien comentaba el argumento y la recomendaba vivamente. El primer comentario a continuación, escribía que el argumento tal y como se exponía, le recordaba nada menos que a Cien años de soledad.
Mi primera reacción fue de shock, por supuesto.
Pero creo que reflexionar, incluso sobre aquello que nos parece un disparate, nunca esta de más.
Y llegué a una extraña conclusión: no estaban tan lejos.
En principio parecería que las similitudes se reducirían al hecho de narrar la historia de una familia durante varias generaciones. Por lo demás, los estilos y el lenguaje esta en las antípodas.
Sin embargo encontré otro punto en común entre el colombiano y esta dama de Baltimore: los dos hablan de la magia.
De acuerdo, puede ser rebuscado, pero me gusta.
Los Buendía se mueven en una magia brutal que surge del lenguaje y la fantasía.
En Tyler, esa magia surge de la vida cotidiana, de los pequeños detalles, de las presencias y las ausencias, en definitiva, de la vida.
Diferentes claro, pero cada uno vinculado a su entorno, y es que no es lo mismo un país latinoamericano en el siglo pasado que una ciudad norteamericana de provincias.
Centrándonos en El hilo azul, la novela se divide en tres partes claramente diferenciadas:
La primera, la más extensa, nos traslada al interior de las relaciones de una familia de clase media que, como todas las familias, tienes sus secretos, sus rencillas, sus historias y muchas cosas que les unen.
En las otras dos, saltaremos hacia atrás, hasta el origen de la saga, para terminar con un epílogo que, volviendo de nuevo al presente nos deja con la tristeza de la pérdida y la esperanza del futuro, porque moverse hacia adelante siempre supone dejar algo atrás.
No sé lo que más me gusta de esta novelista.
Es perfecta en su creación de situaciones que se van desarrollando ante nuestros ojos con una nitidez absoluta, no importa cuantos personajes envuelvan y con un realismo de fotógrafo.
Pero creo que me quedo con su bisturí psicológico para trasladarnos a verdaderos seres humanos con sus dudas, sus miedos, sus alegrías, en definitiva, su volatilidad y su complejidad. Retratos de seres humanos en todas sus caras, visibles e invisibles.
En este caso, una vez más, todos tienen su lugar, su trazo y su relevancia, el hijo prodigo, la madre absorbente, el padre desconcertado, la hija que bordea el fracaso y la que bordea el éxito, sus antepasados, capaces de sobrevivir a la gran crisis económica y también a un amor extraño...
Pero Tyler siempre, siempre, tiene un lugar para la ternura, porque la vida puede ser dura y ella no lo esconde. Pero también es un lugar maravilloso donde habitar.
Lo dicho: el Nobel.

Público

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