CINE: EL VIENTO SE LEVANTA de Hayao Miyazaki

Japón  2014
Animación.

Parece ser que con esta bellísima película nos encontramos ante una despedida.
Miyazaki, este mago del color, ha anunciado que será su última obra.
A él debemos propuestas tan creativas , tan hermosas, como Mi Vecino Totoro, El Viaje de Chihiro y Ponyo en el Acantilado entre otras, verdaderos sueños, cuentos en los que lo cotidiano se impregnaba de fantasía para alcanzar una dimensión diferente.
Y sobre todo, una sencillez que es absolutamente expresiva, un dominio del color brillante, un nuevo concepto del realismo, una capacidad increíble de crear conjuntos, y una veneración visual por la naturaleza.
Pues bien, no sé si puede hacerse alguna lectura al respecto o sería artificial, pero el caso es que por primera vez ( si mi información no me falla ) afronta una historia real, encajada nada menos que en el Japón de entreguerras, un país cercano a la pobreza y a punto de participar en una contienda al lado de la Alemania nazi; entre las estampas, un terremoto brutal y una epidemia de tuberculosis. El personaje central, nada menos que el ingeniero que creo el caza de guerra más mortífero que se conocía entonces.
Sin duda estos mimbres suenan a elegía; es como si su autor, a punto de dejarnos, de cerrar su herencia, hubiese decidido renunciar a los mundos fantásticos para volverse a su propia realidad, o quizás simplemente tener la seguridad de hacer el esfuerzo de dedicar algo de su tiempo a un público más adulto ( ojo, personalmente me parece que sus obras son universales, que no tienen edad ).
El caso es que finalmente Mizayaki no da un salto mortal. Su biografía es fundamentalmente la de un hombre que persigue un sueño y su triste historia de amor. Existe un subtexto que no nos engaña, que acerca la realidad y que nos asegura que el autor no pretende engañar a nadie, sino que ha decidido donde quiere poner el foco.
El resultado es una historia preciosa y delicada, contada con un ritmo suave, casi chejoviano, sin ninguna estridencia y dibujada por su pluma con su maestría habitual, con una caligrafía llena de poesía y siempre sorprendente, llena de momentos inolvidables; un festival de color.
Importante señalar que posiblemente es su obra más contenida, y esto que para muchos parece ser una pega, al renunciar a la efervescencia deslumbrante de alguno de los momentos de sus otras películas, para mi sin embargo es una virtud, totalmente acorde con aquello que se intenta contar.
Lo más triste no es sólo el final, sino saber lo que ese final implica para el cine de animación; Mizayaki es más que un autor, es una forma vital de ver la vida y de contarla; algo que echaremos mucho de menos.

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