TEATRO: EL COJO DE INISHMAAN de Martin McDonagh


Director- Gerardo Vera
Marisa Paredes. Terele Pávez. Enric Benavent. Ferran Vilajosana. Adam Jezierski. Irene Escolar. Marcial Alvarez. Teresa Lozano. Ricardo Joven

Conocía dos obras de Martin Mc Donagh, y las dos me parecen de lo mejor en la producción dramática de las últimas décadas: la primera en llegar a nuestro país fue La Reina de Belleza de Leenane, donde ya ahondaba en la Irlanda profunda y la vinculación entre su aislamiento y su transfondo cultural y la locura; la segunda, El Hombre Almohada , es uno de los textos más terribles y perfectos que recuerdo, absolutamente abrumadora tanto en su inteligencia y creatividad , como en su dureza, esta vez en un lugar abstracto donde todo parecía posible.
El Cojo de Inishmaan se situa de nuevo en Irlanda , esta vez con un abanico más amplio de tipos, que juega con la singularidad antropológica , desde un análisis lúcido e irónico de sus ¿buenas? costumbres. Pero ,con el conocimiento de sus obras anteriores, es difícil pensar que McDonagh se vaya a decantar por la comedia o por lo menos por la comedia al uso. A pesar del humor, a veces muy negro, la escena final no deja lugar a dudas.
El Cojo dibuja un cuadro preciso de una comunidad isleña, con sus relaciones plagadas de rencillas y de una dependencia de unos y otros muchas veces enfermiza y sin sentido, con sus mínimos dramas que pueden esconder grandes tragedias , su asunción de una forma de vida que es capaz de combinar en una fusión casi surrealista la crueldad y el amor, la compasión y el sarcasmo.
Así, el hecho de que un tullido sueñe con un futuro diferente, produce risa y nunca compasión.
En este sentido son modélicos los diálogos entre los diferentes personajes, en especial en la primera parte.
Avanzando más , existen algunos puntos en que el desarrollo dramático y sus mecanismos no está tan perfectamente encajados como en las obras antes citadas , aunque quizás esto dependa de una dirección de la que luego hablaré y que no encuentro totalmente inspirada; me refiero, entre otras cosas, a  la repetición de situaciones ( demasiadas conversaciones son conocidas por los personajes escuchando tras las puertas, algunas salidas y retornos)  , o alguna explicación del pasado no bien encajada, lo que le hace perder intensidad. .
Aun así, en su conjunto, es un texto muy valioso, a la altura de lo que yo personalmente esperaba de su autor, y está plagado de hallazgos, en especial en su definición de los personajes.
Gerardo Vera opta por un montaje evocador, a través de la música y de proyecciones, preciosas por otra parte. Si bien, estéticamente, es hermoso en muchos momentos, finalmente deviene como justito. Acompaña un vestuario al que, teniendo en cuenta que la pieza se desarrolla en un tiempo de más de tres meses, no le habría venido mal cierta variación.
Entre los estupendos mimbres con los que cuenta, hay que decir mucho de la interpretación : Marisa Paredes ( personalmente creo que recuperada tras una larga etapa en la que había perdido hondura ) y Terele Pávez ( a la que nunca habrá que recuperar porque siempre es única ) componen una pareja inolvidable; Enric Benavent sigue creciendo, aquí en un personaje que se podía pasar y sabe contener, y le acompaña Teresa Lozano, fantástica madre; Irene Escolar es ya mucho más que una promesa, oro todo lo que toca ( de casta le viene al galgo, y este galgo va a correr mucho y muy bien ), y Jezierski supone para mi un divertido descubrimiento. Sólo dejar que estos actores se hagan con sus personajes, es ya una gozada.
Pero creo que el principal problema de esta propuestas, es su tendencia a potenciar la vertiente cómica, algo que, vistas las carcajadas de ayer noche, sin duda el público agradece, pero que, personalmente, creo que genera cierto desequilibrio.
Así, la primera parte funciona a la perfección, pero la segunda , de mayor peso dramático, no me parece que consiga la fuerza suficiente en las conclusiones y revelaciones, y de hecho hay dos escenas , la de Hollywood y, especialmente, la de la proyección de la película, que no me gusta nada como están resueltas.
No ayuda que a mi entender, a Villajosana le falte empaque dramático para sostener los aspectos más complejos de su personaje, que se manifiestan en este acto, y además , me sorprende la falta de definición del personaje de Marcial Alvarez, posiblemente uno de los verdaderos Hombres de Aran , capaces a partes iguales del amor y la furia, de la caricia y la violencia, y que aquí no pasa de una corrección que nos impide comprenderlo bien.
En cualquier caso, el resultado general es más que satisfactorio, una muy buena muestra de teatro aunque no lo redonda que merecía este texto; no el guiso que se podía haber realizado con tan buenos condimentos.
Espero seguir, en cualquier caso, conociendo la obra de Martin McDonagh, a mi entender una de las plumas más fascinantes del teatro contemporaneo.

Público


     

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