TEATRO: DOS NINAS PARA UN CHEJOV de María García de Oteyza y Rocío Literas

La Casa de la Portera
Dirección - María García de Oteyza
Intérpretes - Miriam Montilla. Andrea Trepat

Para empezar esta crónica enamorada, me gustaría comentar lo que es para mi el talento en el arte. aquella virtud, aquella capacidad, que se basta por si sola, que no necesita aditamentos, que es generalmente sencilla en su traslación y que emociona.
Ni siquiera necesita tiempo, y en teatro cuarenta minutos son más que suficiente para regalar una muestra absoluta de talento.
Tengo la sensación de que, en este Madrid cada vez más plagado de buen teatro, La Casa de la Portera se ha convertido en algo así como una incubadora de talento. Quizás porque nace precisamente desde el talento y el valor de dos visionarios. Así, es un lugar capaz de anidar, en sus pequeños espacios, piezas únicas, verdaderas experiencias de contacto, sorprendentes siempre.
Dos Ninas para un Chejov es un texto corto, un diálogo para dos actrices, que surge de una propuesta sencilla: dos actrices, precisamente, en la sala de espera ( no sé si este término es sólo médico o aeroportuario o se utiliza también en los castings ) para una audición de la Nina de La Gaviota.
Lo que comienza con el humor del choque, se convierte en un bellisimo cuadro de comprensión entre estos dos personajes, también sobre la naturaleza de su profesión y en definitiva, de los sueños.
Lo que convierte esta pieza íntima en una obra redonda, que tardará en borrarse de quien asista a verla, es
precisamente, la suma de talentos que confluyen en la propuesta:
Por un lado un texto que, ya hemos dicho que partiendo de una premisa sencilla, y atreviéndose a lo esencial, aunque ello le lleve a no alcanzar la duración convencional, se desgrana con un humos inteligente que no está reñido con la tristeza de la realidad.
En segundo lugar, una dirección que sabe aprovechar fantásticamente esta pequeña habitación en la que todos nos sentamos y darle un aire de metateatro.
Y en tercer lugar, dos actrices que, en un cuerpo a cuerpo epidérmico con el espectador, consiguen desnudar sus interpretaciones sabiendo que vamos a percibir cada gesto, cada inflexión. La frescura de Trepat, la solidez de Montilla. Ambas son grandes. Tal vez me quede con la segunda, pero entiendo que puede influir que, a mi edad, me sienta más cercano a su personaje.
En definitiva. Una obra redonda, una experiencia única que convierte el teatro en una verdadera comunión con el espectador, teatro ( no sé si se va a entender ) personal, donde , al percibirse tan cerca, tan intenso, tan sensorial, cada espectador tendrá el regalo de su propia representación.
Una suma así de talentos consigue una función en estado de gracia.
Creo que proroga en diciembre.
maravillosa noticia.

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