CINE: STOCKHOLM de Rodrigo Sorogoyem

España 2013
Javier Pereira. Aura Garrido

A pesar de la situación al parecer agónica del sector de la producción, tengo últimamente la extraña y agradable sensación de estar asistiendo a una especie de edad de oro del cine español.
Antes de verano, tuvimos la posibilidad de cintas interesantes de autores ya conocidos con 15 años y un día o Ayer no termina nunca, pero sobre todo, el otoño ha venido cargado de películas verdaderamente valiosas, de gente mucho más joven.
Martín Cuenca no es un debutante pero creo que nunca se había acercado tanto al gran público como con su magnética Canibal; La Herida, ópera prima de su autor, me parece una obra tan perfecta como triste; no oigo más que bondades de Todas las mujeres ( lo sé, Barroso está lejos de ser nuevo  en esto ) aunque su paso fugaz por la cartelera no haya permitido a muchos disfrutarla en pantalla grande; las mismas alabanzas y ,lamentablemente, la misma carrera, ha tenido la segunda pieza de Mar Coll; y ahora, descubro esta joya, esta perla extraña, única, con nombre de ciudad europea y un director al que hasta ahora desconocía.
Quizás hayan confluido circunstancias generacionales que hacen coincidir en el tiempo a un grupo importante de nuevos creadores. No hablo de relevo, no hay nada que relevar. Son nuevos artistas a sumar a la nómina de existentes. Y como todo lo nuevo, tienen mucho que aportar.
¿ Existen rasgos comunes en las películas españolas que están llegando? Creo que algunos sí:
En primer lugar, existe una importante vocación de riesgo, no hay temas más o menos complacientes, sino los temas de los que se quiere hablar. Tampoco existen caminos trillados sino que tengo la sensación de que la libertad se ha impuesto como forma de escritura. Se podría decir que representan la verdadera esencia de ese término tantas veces mal utilizado que es el "cine independiente".
En segundo lugar, se mueven en entornos cercanos, quizás porque quieren contar aquello que conocen, y también posiblemente, no sea el momento económico de afrontar otro tipo de producciones.
Pero, lo que es mucho más importante, ligado a lo anterior, es que ha desaparecido totalmente la sensación de un hiperealismo a veces cercano a la pobreza que caracterizó tantas veces nuestro cine. Estos jóvenes saben manejar una cámara, tienen inteligencía visual suficiente para hacer películas estéticamente muy conseguidas y que en ningún caso trasladen una penuria de medios.
Stockholm es un chico conoce chica , chico y chica pasan la noche juntos y chico y chica despiertan a la mañana siguiente cuando ya todo es diferente, sobre todo sus sentimientos. Algo en principio fácil y conocido. Sin embargo, es sorprendente como el minucioso guión, consigue , por un lado, trasladar una sinceridad llena de frescura y con una capacidad psicológica de profundidad en su superficialidad aparente, pero además, lo salpica con datos en pequeñas dosis que la convierten en una historia singular, llena de sugerencias y misterio y en la que el espectador debe de ser parte de cara a completarla, y por tanto hacerla propia. Siempre tenemos la sensación de que es mucho más importante lo que callan sus personajes que lo que cuentn, aunque esto último sea en ocasiones como piedrecitas que nos guían hacia la verdad escondida.
Stockholm es una cinta atípica, posiblemente el retrato de una generación que siempre ha dejado pasar el amor, confundiendo la libertad con la madurez, incluso puede considerarse como una alegoría de la desolación que seguramente les invadirá cuando, una vez agotado el  hedonismo, miren hacia atrás. Pero también es una intriga que hay momentos en que llega a recordar a los maestros del género. Ya he dicho que es única, sutil, inteligente, diferente. Me ha llegado, absolutamente.
Para sostener esta historia , por supuesto es necesario contar con el soporte de dos actores que sepan trasladar una naturalidad total al continuado diálogo; se consigue: Javier Pereira es capaz de dejar un halo de misterio entre las líneas de su frescura, y Aura Garrido otorga toda la belleza interior y exterior que precisa su sirena varada.
Me gustaría, para finalizar, enlazando con la introducción de esta crónica, que también la industria del cine, tan reivindicativa en ocasiones, fuese también capaz de reconocer y premiar lo nuevo, y que los Goya de este año suenen también a nuevo y reconozcan estas obras en más categorías que las socorridas de segundo nivel.
Stockholm merece estar en el cuarteto de cabeza, por todo lo dicho, también por la vulnerabilidad  que traslada, por la tensión que genera , por su banda sonora, por el encuadre de su mirada, y  por esos largos y precioso paseos que descubren las luces de las noches de Madrid; es gracioso, durante estos últimos tuve un recuerdo del Londres  de Wonderland, otra joya.
Concluyo con otra fotografía, esta de sus espaldas sobre los cielos de la ciudad. Dos que no se encuentran, o sí.

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