CINE: PARAISO FE de Ulrich Seidl


Austria 2013
Maria Hofstatter. Nabil Saleh

Segunda entrega del tríptico de Ulrich Seidl sobre la desesperanza de la civilización contemporanea.
Otro Paraiso.
De nuevo, un ser humano, probablemente reflejo de muchos otros, buscando como construirse en este mundo una existencia perfecta o, al menos, que cubra sus necesidades de seguridad, de darle sentido, de considerarse útil, en definitiva, de encontrar su espacio y estar en él protegido.
En este caso, otra vez una mujer sola, tiene su vida estructurada alrededor de la religión, de la fe, de una entrega absoluta a Jesucristo y a la Virgen María, plagada de ritos, de mortificaciones y de proselitismo. En algún momento, llegan a resultarnos ridículos, patéticamente cómicos, los ritos autoimpuestos por esta fémina seca, trasunto de monja laica.
Todo es aséptico en su vida. Medido. Frío. Los escenarios de su hogar, plagado de imágenes, parecen cuadros de una geometría totalmente deshumanizada.
En ocasiones ese amor sobrenatural puede confundirse con el físico, bien vía masoquismo, bien vía puramente sexual, pero también puede interpretarse como la sublimación de la experiencia.
Y cuando en su entorno perfectamente controlado entran imágenes desestabilizadoras, de claro contenido carnal, la limpieza y la oración están siempre ahí, como barrera protectora.
Pero un buen día aparece un hombre, musulmán y parapléjico, y se integra en su hogar. Y con ello, poco a poco, vamos conociendo los antecedentes, el camino recorrido por la mujer para llegar a la situación en la que se encuentra: un matrimonio duro con un hombre de creencias difíciles de hacer convivir con el modo de vida occidental, seguramente mucho dolor pero también cierta dependencia sexual,  un accidente posiblemente fruto de una vida desordenada, la huida de uno y el refugio de la otra.
Los fantasmas no tardan en regresar. El pasa del agradecimiento a la exigencia, pugnando por recuperar su posición de marido. Ella no tarda a tener que enfrentarse a la necesidad del verdadero sacrificio.
Estaba preparado para la desesperanza, para la crudeza, pero no para la violencia descarnada y absoluta que el director utiliza; asimismo, es difícil acostumbrarse a la frialdad de su mirada.
Fe es una nueva bofetada, máxime cuando la conclusión final es que cométemos los mismos errores, que todo amor humano está igual de viciado, se dirija a otra persona o a lo trascendente.
Me queda Esperanza.
No espero encontrar en ella una brizna de paz, pero sí buen cine y motivos para reflexionar.

Público  

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