CINE: PARAISO AMOR de Ulrich Seidl


Austria 2013
Margarete Tiesel. Peter Kazemgo

Hace unos años me impactó la crudeza de Import Export donde Seidl, con la crudeza de una visión casi documental ,nos ponía delante de los ojos las vidas , tan alejadas del estado del bienestar, que podían circular alrededor de los nuevos países nacidos de la extinta Unión Soviética, en ese caso, Ucrania.
Era sobrecogedora su capacidad para mostrar un mundo sin dioses ni redención.
Existen en todas las disciplinas creadores que utilizan el arte ( no voy a entrar en tan complejo debate sobre lo que es arte y lo que no ) para despertar conciencias a la realidad que nos rodea; en muchos casos esa toma de posición exije convertir sus obras en verdaderos martillos, no respetar sensibilidades sino agredir a quien se asoma o, mejor dicho, dejar que le agreda la realidad de lo narrado sin adornos.
Nos enfrentamos ahora a una trilogía: Amor, Fe y Esperanza, las tres precedidas ,irónicamente, con la palabra Paraiso; quizás es una forma de decirnos que los paraisos ya no existen. Pueden parecerlo, como sin duda parece ese paisaje tropical de las playas de Kenia, pero no lo son, definitivamente no lo son, y el ser humano los habita errante, intentando regresar, encontrar retazos del Edén, necesitado de ... en este caso, amor.
Esta vez, es una mujer austriaca, entrada en carnes y con una vida personal no demasiado positiva, la que emprende un viaje al continente africano, un viaje que muchas otras celebran como una excursión de turismo sexual. A lo mejor también ellas comenzaron como nuestra protagonista, intentando buscar algo más, ¿ amor ? ¿ no es ridículo pensar que alguien pueda engañarse hasta ese punto? .... amor, ternura, o incluso eso, la oportunidad de engañarse.
¿ Está acaso muy lejos de algunos personajes de nuestra prensa del corazón, cazadoras de parejas en otras playas lejanas?.
El precio, a veces pagadero con cierto retazo de dignidad, otras exigido de una forma atroz, existe siempre, y es siempre dinero.
Porque vivimos en un mundo donde existe a quien le sobra y existe quien lo necesita, y estos últimos van a realizar todos los esfuerzos para sobrevivir, para arrancar los pedazos que les corresponden sin que podamos tacharlos de ningún apelativo que no estemos dispuesto a aceptar sobre nosotros mismos.
Asistimos a un cruce de relaciones de sometimiento y entrega desesperada, de compra y venta, de necesidad y dolor, todas ellas con una crueldad extrema, con una frialdad que roza el horror, hasta culminar en el abuso patético y terrible de la celebración del cumpleaños.
Posiblemente, esta mujer, en los últimos minutos, esté ya más cerca de las otras, y también posiblemente ellas compartan parte de su tristeza. Eso es lo que queda del Paraiso.Y ese plano final, extraño pero totalmente inteligente, en el que el director consigue poner un punto y aparte, no cierra nada.
No puedo terminar sin dedicar unas frases a la actriz protagonista. Es muy difícil que alguien tenga el valor de exponerse de una forma tan absoluta en su fealdad, en su desnudez, de asumir un personaje tan descarnado, de entregarse a un director para que haga con ella lo que quiera, exponiéndola al escarnio, a la burla. Al lado de de esta mujer, las misoginias de Lars Von Trier suenan a broma. Margarete Tiesel lo hace; cada gesto, cada mirada, trasladan todo su dolor, una ansiedad infantil e ingenua y un miedo que es posiblemente el de muchos seres humanos contemporaneos, y a medida que avanza, su desesperación, su infinita tristeza y su decepción al comprender que no puede aspirar a nada más.
Sé que seguiré con esta trilogía, también sé que me asomaré a vidas plagadas de tormentas, desechos de un mundo que es capaz de mirar para otro lado, no sólo sobre el tercer mundo sino también en este que llaman el primero.
Y lamentablemente, sé que será verdad.
Si alguien decide navegar con Siedl debe de saber que lo hará entre la suciedad moral de esta época, si se atreve, merecerá la pena.

Púb,lico  

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