CINE: AYER NO TERMINA NUNCA de Isabel Coixet

España 2013
Candela Peña. Javier Cámara

Con el cine de Isabel Coixet tengo un recorrido que me parece opuesto al de la mayoría de la crítica y público.
Desde aquel remedo del indi americano, titulado si mal no recuerdo, Cosa que nunca te dije, siempre he tenido una sensación  absoluta de artificio, de manipulación, lo cual no tiene porqué ser malo si no se pretendiese disfrazarlo de poesía.
Así, no me creo la cinta ya citada, me produce un rechazo frontal la pornografía sentimental de la internacionalmente reconocida Mi vida sin mi, y veo un armatoste narrativo desigual en La vida secreta de las palabras.
De todas maneras, hay que reconocerle varios valores: la belleza de sus títulos y su capacidad visual para crear imágenes ( volveremos a esto ).
Pues bien, hace unos años, se estrenó Mapa de los sonidos de Tokio y , para mi sorpresa, hubo cierta reacción crítica, precisamente en base a lo poco creible de su pretendida magia o lírica.
Y, sin embargo, cuando llamado por la curiosidad me decidí a verla, me encontré con la que, en mi opinión , era su película más redonda.
De acuerdo con que el guión tenía trampas y gratuidades, no siempre explicadas o necesarias, como siempre, pero precisamente, esa sensación de artificio estaba, parecía, asumida desde el inicio, y con ese objetivo, Coixet ponía al servicio de la historia su caligrafía visual, un ojo muy intuitivo a la hora de generar nuevos puntos de vista que siempre dan lugar a cuadros hermosos y potentes, aunque puedan calificarse de vacíos.
Una vez dicho esto, no puede extrañar a nadie que esta apreciación personal dirija mi opinión de Ayer no termina nunca, porque existen pocas propuestas cinematográficas que, desde su planteamiento inicial sean tan artificiales.
Como ya se ha comentado hasta la saciedad, no desvelo nada contando la temática. En un 2017 tristemente reconocible, se produce el reencuentro, tras cinco años sin verse, de una pareja rota tras el fallecimiento de su único hijo.
Coixet decide centrar el desarrollo de la trama, en un largo diálogo a dos, enmarcado en tres escenarios, uno amarillo sol para los pocos recuerdos del pasado, el blanco y negro para el mundo interior, y un cementerio modernista abandonado, rodeado de lluvia, para el presente.
Con estos mimbres, la directora genera un producto coherente y arriesgado. Descarnado. No en vano, los dos temas que subyacen en el texto son, la dificultad de superar el dolor y el poso que cualquier historia de amor perdida deja en el alma. Y lo hace abriendo a sus personajes en canal, con una sinceridad que desgarra.
Visualmente tenemos también lo mejor de Coixet, su capacidad de generar pinturas y al mismo tiempo bucear en gestos, de ensamblar música, luz y palabras, de asegurar un montaje limpio. De ser diferente casi sin querer. Algunos han querido ver recuerdos del Stalker de Tarkovski, yo pienso que la memoria cinematográfica de la autora está muy llena de filmoteca, pero en este caso es capaz de convertir en suyas las referencias.
También es verdad que le cuesta soltar sus referencias políticas, algo molestas; sin entrar a fondo en este tema, sólo recordar que , en el momento en que se encuentra la industria del cine español, buscar una visión más integradora que excluyente sería, cuando menos, una decisión inteligente ( cuanto daño han hecho a la taquilla española por ejemplo los Bardem, y que poco han sufrido ellos ).
Mención aparte merece la interpretación. Ante un ejercicio de este volumen, el peso que recae en los actores es titánico. Personalmente creo que tanto Candela Peña como Javier Cámara ( un poquito menos logrado al final por cierto desdibujamiento de su personaje en el último tramo ) van a tener un antes y un después de esta cinta; yo nunca los he visto mal, siempre los he considerado de los grandes, pero , a pesar de muy buenos papeles, nunca tuvieron una oportunidad tan firme; la aprovechan al máximo, y espero que se les reconozca.
En resumen, Ayer no termina nunca, me parece una buena película, a ratos muy buena, como introspección en los sentimientos del ser humano; está lo mejor de Coixet sumado a una decisión de riesgo que hay que alabar , incluso cuando en algún momento de su hora y cuarenta minutos notemos cierto encayamiento.
Y no entiendo que ahora se le eche en cara a su autora lo que fue casi el cimiento de su estilo.
Por otro lado, es cine español diferente; quizás en la búsqueda de nuevos caminos puedan encontrarse alternativas de salvación.
Esperemos que así sea. Y que sea el cine lo que no termine nunca.

Público

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