UK.2012
Keira Knightley. Jude Law. Aaron Taylor Johnson. Kelly McDonald. Olivia Williams
Cuando alguien se enfrenta a un melodrama clásico como Anna Karenina, espera encontrarse con un espectáculo histórico , plagado de buen gusto y una estética fastuosa, todo ello como paisaje para grandes pasiones prohibidas.
Lo cierto es que nada nos prepara para una apuesta tan radical como la que nos ofrece Joe Wright.
Cierto que, cuando reducimos la novela de Tolstoi al ámbito del melodrama, estamos limitando mucho su contenido, pegándola de algún modo en la anécdota y dejando de lado dos aspectos fundamentales: por un lado su obvia crítica de una sociedad totalmente decadente, por otro su fe en un nuevo hombre unido a la naturaleza como renacimiento ( no en vano en la mayoría de las adaptaciones, el personaje de Kostia queda como algo secundario ).
El guión del excelente dramaturgo Tom Stopard, no prescinde de nada, sino que consigue una estructura de continuidad en la que van encajando con fluidez todas las piezas. A partir del mismo, el director plantea, como he dicho antes, una propuesta radical , muy arriesgada y, en mi opinión, conseguida; destaca fundamentalmente en dos aspectos: la estética y el movimiento.
En lo que respecta a la estética, se sustituye la sensación de los grandes escenarios por un sentido teatral, que sitúa el desarrollo de la acción precisamente en el interior de un teatro, con rincones y atrezzo capaces de ir creando otra realidad, artificial pero totalmente creíble. En su uso se consigue siempre un contraste brillante, un aire de sorpresa inteligente ante las paredes que desaparecen o limitan, y escenas de una belleza tan sobrecogedora como la del baile o la nevada. A medida que se avanza, puede entenderse que esa decisión estética responde a un fondo conceptual, la de mostrar a una sociedad falsa y con una trastienda oscura, frente a los campos abiertos de la búsqueda de Kostia y su relación con Kitty.
También en el movimiento, Wright opta por un elemento diferenciador, y es que parece que los movimientos de la película están casi coreografiados, deteniéndolos a veces, haciéndolos bailar en otros... Enganchando con ellos cada escena a la siguiente en un ritmo casi de musical.
Con todo esto, el director consigue crear una abstracción capaz de centrar el contenido del relato, ofreciéndolo friamente al público.
Quizás esa sea la pega que puede achacarse al producto final, y es que exista cierta frialdad y que el magnífico envoltorio pueda aplastar la historia. Personalmente creo que merece la pena, esta propuesta tiene muchos momentos fascinantes y un tono general sorprendente y muy potente desde el punto de vista visual, todo ello acompañado de un muy buen conjunto de actores y una Keira Knightley, ya habitual con el director, con un rostro precioso, capaz de trasladarnos las contradicciones de su protagonista.
Esta Karenina tiene muchos valores, pero además hay que destacar, como definición, que en un género tan llamado a la repetición fácil, aparece totalmente diferente. Si bien su director ha demostrado su interés por el cine de época, creo que es claro que existe una evolución en su forma de contactar que nos prepara para muy buenas expectativas.
Público
Keira Knightley. Jude Law. Aaron Taylor Johnson. Kelly McDonald. Olivia Williams
Cuando alguien se enfrenta a un melodrama clásico como Anna Karenina, espera encontrarse con un espectáculo histórico , plagado de buen gusto y una estética fastuosa, todo ello como paisaje para grandes pasiones prohibidas.
Lo cierto es que nada nos prepara para una apuesta tan radical como la que nos ofrece Joe Wright.
Cierto que, cuando reducimos la novela de Tolstoi al ámbito del melodrama, estamos limitando mucho su contenido, pegándola de algún modo en la anécdota y dejando de lado dos aspectos fundamentales: por un lado su obvia crítica de una sociedad totalmente decadente, por otro su fe en un nuevo hombre unido a la naturaleza como renacimiento ( no en vano en la mayoría de las adaptaciones, el personaje de Kostia queda como algo secundario ).
El guión del excelente dramaturgo Tom Stopard, no prescinde de nada, sino que consigue una estructura de continuidad en la que van encajando con fluidez todas las piezas. A partir del mismo, el director plantea, como he dicho antes, una propuesta radical , muy arriesgada y, en mi opinión, conseguida; destaca fundamentalmente en dos aspectos: la estética y el movimiento.
En lo que respecta a la estética, se sustituye la sensación de los grandes escenarios por un sentido teatral, que sitúa el desarrollo de la acción precisamente en el interior de un teatro, con rincones y atrezzo capaces de ir creando otra realidad, artificial pero totalmente creíble. En su uso se consigue siempre un contraste brillante, un aire de sorpresa inteligente ante las paredes que desaparecen o limitan, y escenas de una belleza tan sobrecogedora como la del baile o la nevada. A medida que se avanza, puede entenderse que esa decisión estética responde a un fondo conceptual, la de mostrar a una sociedad falsa y con una trastienda oscura, frente a los campos abiertos de la búsqueda de Kostia y su relación con Kitty.
También en el movimiento, Wright opta por un elemento diferenciador, y es que parece que los movimientos de la película están casi coreografiados, deteniéndolos a veces, haciéndolos bailar en otros... Enganchando con ellos cada escena a la siguiente en un ritmo casi de musical.
Con todo esto, el director consigue crear una abstracción capaz de centrar el contenido del relato, ofreciéndolo friamente al público.
Quizás esa sea la pega que puede achacarse al producto final, y es que exista cierta frialdad y que el magnífico envoltorio pueda aplastar la historia. Personalmente creo que merece la pena, esta propuesta tiene muchos momentos fascinantes y un tono general sorprendente y muy potente desde el punto de vista visual, todo ello acompañado de un muy buen conjunto de actores y una Keira Knightley, ya habitual con el director, con un rostro precioso, capaz de trasladarnos las contradicciones de su protagonista.
Esta Karenina tiene muchos valores, pero además hay que destacar, como definición, que en un género tan llamado a la repetición fácil, aparece totalmente diferente. Si bien su director ha demostrado su interés por el cine de época, creo que es claro que existe una evolución en su forma de contactar que nos prepara para muy buenas expectativas.
Público
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Saludos¡¡