NOVELA: LOS ASESINOS DEL EMPERADOR de Santiago Posteguillo


Planeta- AEI
1108 páginas

Quería un libro gordo para el verano.
Un libro gordo que, además, me alejase de la realidad: nada cercano a las primas de riesgo, tipos de interés o políticos que juegan a Jonh Le Carre ( para eso, siempre mejor el original que un calvo con barbas y cara triste ).
Me daba igual si me llevaban a la Tierra Media o al Antiguo Egipto; estaba dispuesto a recorrer Marte, aterrizar en Narnia o pasar la tarde en Machu Pichu, todo con tal de asegurarme que, durante su lectura, iba a conseguir distanciarme de los contadores de nubes y los cuatreros de supermercados.
La solucción me la dio J., uno de mis hermanos: Los Asesinos del Emperador.
Más de mil páginas en la antigua Roma, un recorrido por más de treinta años de historia, varios emperadores ( creo recordar que cinco o seis ) , varias batallas, y el ascenso de Trajano, el primer emperador no romano del Imperio.
Para mi la base de la novela histórica la marcó en su día Frank Slaughter con obras como La Rosa de Jerico o María de Magdala. Es necesaria una documentación histórica profunda , pero no puede olvidarse nunca que queremos volcarnos del lado de la ficción, no del ensayo, que lo importante es entretener sin anacronismos, y para ellos, es necesario generar personajes creíbles y ricos y acciones que puedan servir de motores de la historia.
El resultado debe de ser capaz de sostener el volumen propuesto. En este caso lo es.
Me gusta, un buen producto dentro de la tradición.
El problema es que, de entretenido, se devora, y la excursión es menos duradera de lo previsto. Regresar implica ver de nuevo que nada ha cambiado. Que cualquier periódico está ahí para recordarnos lo lejos que están muchos de nuestros políticos de la grandeza.
Gracias a dios, también hay gente como dos chicas que se abrazan tras haber conseguido la plata en natación sincronizada o un gallego con un remo que nos hace sentirnos orgullosos a los que hemos nacido en Galicia.
Y muchos libros, muchas historias onde bucear para perderse, pensando que quizás cuando saquemos la cabeza del agua literaria la próxima vez, algo habrá cambiado.

Público.

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