CINE: ELEFANTE BLANCO de Pablo Trapero

Argentina 2013
Ricardo Darín. Jeremie Renier. Martina Gusman

Leonera y Carancho me descubrieron que Pablo Trapero es uno de los directores que mejor retrata personajes; con unos primeros planos que se comen la pantalla, le basta el gesto de una duda para transmitir el alma, para hacer humanos sus conflictos, para llenarlos de recovecos sin que nunca se confundan con monigotes de una dirección.
Como andamio para una apuesta de este tipo, hace falta contar con una colección de actores capaces; aunque los comentarios sobre la interpretación suelen dejarse para el final, en este caso me adelanto sólo para citar que, si bien Ricardo Darín es ya uno de los grandes y Martina Gusman ( pareja del director ) había demostrado ya en las antes citadas su cantidad de matices, en este caso se les une Renier, habitual de un cine tan diferente como el de los Hermanos Dardene, pero capaz de transmitir toda la simpatía y la confusión interior del Padre Nicolás.
Volviendo al inicio, Trapero se pega a sus personajes, y los conflictos que cuenta en las películas son generalmente los suyos frente al paisaje en el que se mueven. Sus escenarios, ya sea una cárcel, ya los barrios bajos de una gran ciudad, nunca son cómodos, y así la supervivencia se configura como su principal objetivo.
En este caso hay dos variantes con respecto a su cine anterior:
En primer lugar el cuadro es más extremo, llegando a recordar en algunos momentos el de la italiana Gomorra; nos encontramos en un barrio que es casi un submundo, dentro de un país en principio tan cosmopolita como Argentina. La pobreza, la suciedad, la miseria, se retratan sin engaños de superproducción pero tampoco con el exceso hiperrealista que tantas veces peca de cierto afán pornográfico. No hay juicios, solo un dibujo certero de la realidad para que cada cual opine.
En segundo lugar, aquí los protagonistas principales no se ven inmersos en unas circunstancias adversas, sino que su pertenencia a ese mundo viene determinado por una decisión personal; dos sacerdotes y una asistente social. De esta manera, el planteamiento ya no es tanto de supervivencia como de ayudar a los demás a sobrevivir. Supongo que, por mucha sordidez que retrate la cinta, es en cierta manera un mensaje esperanzador el hablar de aquellos que no se preocupan simplemente de sacar la cabeza del fango sino de que este mundo sea un lugar mejor.
Si bien la religión sirve de base argumental, Trapero no entra en ese debate; lo que le interesa es más retratar a seres humanos ( con sus humanos defectos ) capaces de entregarse, de luchar por algo con generosidad. Y en esta narración potente de lucha, nos acercamos casi a la piel de Julián, de Nicolás y de Luciana, a sus miedos y a sus esperanzas, a sus dudas y a su necesidad de certezas, caminando hacia un final tan abierto como la propia vida.
Elefante Blanco me ha parecido una película excelente, tanto desde el punto de vista de contenido como desde el meramente cinematográfico. Me ha emocionado, me ha hecho pensar y, volviendo al tema de los personajes, me ha hecho sentir que los conocía de siempre. Y que los admiraba.
Trapero ha ido poco a poco ubicándose en un lugar de excelencia entre los narradores latinoamericanos. Tiene pulso, técnica, y muchas cosas que contar.

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