TEATRO: DE RATONES Y HOMBRES de John Steinbeck

Director- Miguel del Arco
Intérpretes - Fernando Cayo. Roberto Alamo. Antonio Canal. Irene Escolar. Josean Bengoetxea. Eduardo Velasco. Diego Toucedo. Alberto Iglesias. Rafael Martín. Emilio Buale

Sólo los grandes escritores consiguen encontran el alma en la oscuridad y hacerla brillar , aunque sólo sea con el leve reflejo de una vela y aunque termine por apagarse.
Steinbeck es sin duda uno de los grandes , y ha situado la mayoría de sus obras en un marco tan brutal, tan aparentemente ausente de toda humanidad como la Depresión.
Es difícil no ver referencias en estos seres que caminan sin dejar nada detrás ni tener por delante más que sueños, difícil no disculpar su brutalidad, sus mezquinadades.
Difícil también no sobrecogerse cuando nos muestran que incluso ellos son capaces de la esperanza , aunque sea difícil creer en su realización.
En esta adaptación teatral de una de sus mejores novelas , Steinbeck otorga un caracter casi mítico a la inocencia , y la contrapone con un entorno que parece estar hecho para expulsarla.
Lo que en su  obra narrativa es acción , consigue en su traslación al teatro, apuntalarlo en la definición perfecta y compleja de un conjunto de personajes totalmente creibles , cuya conjunción parece generar de por si la esencia dramática del relato. Nada se pierde . Es otro mazazo.
Miguel del Arco, sin duda director de moda , había destacado como adaptador de clásicos. Es difícil sacar a Steinbeck de su paisaje pero también , al mismo tiempo, difícil conseguir que un paisaje culturalmente tan diferente suene creible.
Lo logra en todos sus escenas . Sin olvidarse de que está haciendo teatro y sin miedo de que veamos la tramoya , ayudado del sonido, de una escenografía precisa e inteligente , de una fantástica iluminación y unos cielos que lo dicen todo, así como de algún otro recurso que no quiero desvelar . Pero en ningún caso abusa . Estamos allí, escuchando una historia que es lo realmente importante.
Un montaje de este calibre , exige también un nivel interpretativo de primera. Lo que destaca es la homogeneidad en todos los tonos , pero es difícil no sentirse conmovido por el Lennie de Roberto Alamo, con alguna cercanía al Urtain que lo lanzó al estrellato, ausente de fáciles ticks ; también me sobrecoge la frescura y el drama interior de una Irene Escolar digna heredera de una de las mejores actrices del mundo; y Fernando Cayo, que es como la columna alrededor de la cual se sostiene el andamiaje . Pero todos, todos están perfectos.
De nuevo el teatro lleno. De nuevo aplausos cerrados. Y de nuevo la sensación de asistir a una obra que es capaz de convertirse en una experiencia . Porque un gran escritor ha sido capaza de recordarnos que , en el interior de cualquier ser humano, siempre hay una llama capaz de dar luz.

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