NOVELA: TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN de Lionel Shriver

Anagrama
606 páginas

Siempre me ha atraído ( y aterrado ) conocer el origen de los monstruos. Que es lo que hace que una persona de un entorno similar al nuestro, pueda convertirse en un asesino en serie de una crueldad inusitada.
Personalmente, también me cuesta asumir la existencia del mal; me parece una conclusión demasiado sencilla para no seguir avanzando a la búsqueda de verdades incómodas.
Sin embargo, hay noticias a diario en los periódicos o novelas como esta, que me llevan a cuestionarme mis intereses y opiniones.
En primer lugar porque si son tan potentes y están tan bien escritas como esta, sólo pueden dejar un poso de desazón. Y en segundo lugar porque la radiografía parece dejar claro que, si bien a posteriori todos podemos dedicarnos a buscar culpas y culpables, el horror no puede tener ninguna justificación que le haga ir pasando de una mente a otra en una forma aleatoria, sino que es necesario que junto con el terreno abonado exista una semilla. Posiblemente una semilla de maldad.
Son muchas las virtudes de esta novela que opta por el género epistolar, motivada por una situación que hasta el final no descubriremos.
De lo general a lo particular, comencemos con la creación del paisaje, físico y social, de una América que de repente pareció convertirse en un circo de violencia escolar. Sin subrayados ni trazo grueso, la autora describe una sociedad basada en el bienestar y en su privilegiada situación en el mundo, estableciendo situaciones y comportamientos reconocibles porque siempre se mueven en el ámbito de lo cotidiano.
Avanzando más, su descripción de personajes, difíciles los principales, es psicológicamente perfecta, otorgándoles vida a todos ellos pero también pinceladas de referencia. En este sentido, la madre protagonista, es un ejemplo de aceptación del sufrimiento desde la inteligencia, y el fino humor que recorre toda la narración no es más que una especie de ironía salvadora.
Por último, es impresionante la graduación que la autora va haciendo poco a poco del mal hasta llegar al terror absoluto, y enlazando con lo que he dicho en primer lugar, lo más impresionante es que consigue "cotidianizarlo" al utilizar siempre como referencia el entorno hogar y una vida absolutamente ausente de peligros.
Tenemos Que Hablar de Kevin no juzga, pero pone encima de la mesa temas terribles, junto con los ya citados como la relaciones madre e hijo, los sentimientos que no llegan, el odio como vínculo etc
Y lo hace con la maestría de una gran autora porque, digámoslo ya, es una novela excelente. También sobrecogedora e infinitamente triste.

Público

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