CINE: FAUSTO de Alexander Sokurov

Rusia. 2012
Johannes Zeiler. Maxim Mermet. Georg Fiedrich. Antoine Monot. Isolda Dychauk. Hanna Schygulla

Supongo que, con respecto al mito de Fausto, a muchas personas les pasará lo mismo que a mi, y es que, conociéndolo, desde su fondo de leyenda, nunca hemos leído el texto de Goethe ni el de Marlowe.
Consecuentemente, no sé que hay de la visión de Sokurov procedente de estos originales y que es propio; es cierto que está muy alejado del tópico, pero quizás ese tópico que todos conocemos sea sólo en lo que han devenido los factores más superficiales de la historia.
El Fausto que nos ocupa, tarda en vender su alma al diablo, en firmar su contrato, y cuando lo hace, es casi una continuación lógica de una relación que se había estrechado en poco tiempo; su primer encuentro se produce por algo tan simple como la necesidad de dinero, y nunca se eleva a la búsqueda de poder.
Tengo la sensación, de que, además del rechazo obvio que física y moralmente le produce el personaje del prestamista ( soberbia creación, tanto en el guión como en su visualización ¿ quien es ese actor portentoso? ) , Fausto se siente atraído por su intelecto, el reto que supone, y cierto color que le otorga a su vida; no olvidemos que desde el principio se nos muestra como un hombre que piensa, algo que no parece abundar a su alrededor.
Y es que algo que sorprende en este Fausto es la ausencia absoluta de Dios o del Bien; todo el entorno es de una sordidez extrema, y ni siquiera está clara la pureza de sentimientos en Margarita. En los minutos finales, un muerto condenado agradece a su asesino haber terminado con él, porque vivir era incluso peor. Por lo tanto , en un escenario así, mezcla de repulsión, suciedad y locura, ¿ como no iba a ser el Diablo un personaje cotidiano ?; esto hace que la unión faústica no sea tan transgresora, sino un aviso.Y de alguna forma, otorga al hombre un protagonismo mayor.
De todas maneras, Sokurov apuesta por el ser humano. Es loable ese final que no voy a desvelar aquí, aunque parezca tener mucho de lucha perdida.
Visualmente la película es absolutamente física, presente, pétrea. Capaz de trasladar texturas y formas, de crear en su tono apagado , colores únicos, de generar de forma continua cuadros, pinturas en movimiento. Capaz de sorprender para también de oprimir, de incomodar, de saturar o de causar hastío. Ello, sumado a un guión trabajado al milímetro, hacen que la visión de Fausto se convierta en una experiencia densa que requiere una actitud y una dedicación constante del espectador.
De algunas de las críticas que he leído, deduzco que esa actitud posiblemente no estaba en todos los que las escriben. Yo no puedo decir que la haya disfrutado porque no creo que sea ese un verbo que encaje aquí, pero sí que he admirado esta obra y que todavía, en el recuerdo, me regala nuevas ventanas a las que aun me estoy asomando, aunque todas tengan muy poca luz.

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