NOVELA.: CAIN de Jose Saramago


La calidad literaria del Premio Nobel portugués es incuestionable , su primitiva fluidez, su capacidad de fabular hasta hacer novedosas las historias ya conocidas, una prosa cercana, casi de hoguera, que recorre con alquimia disquisiciones de hondo calado a base de metáforas tabernarias.
Es una gozada recorrer sus textos, sumergirse en esos párrafos interminables , sólidos y acogedores, dejarse sorprender por las anecdotas nunca conocidas de heroes o mitos cotidianos.
Otra cosa es el contenido.
Siempre interesante, últimamente más breve y cercano al cuento en su desarrollo, se ha ubicado en paisajes tan diferentes como la Biblia, diversos momentos de la historia, una gris realidad o un presente apocalíptico.
En este caso, es el Antiguo Testamento el lugar de donde extrae sus historias, de unos textos crueles sin duda, en los que el autor parece descubrir un Dios cruel, y un Hombre sin embargo grande cuando se le enfrenta por su capacidad para decidir su destino.
Creo que nadie puede cuestionar la incongruencia de un Dios del amor capaz de pedir sacrificios humanos o arrasar ciudades completas. Tampoco la necesidad de hacer una lectura de textos clásicos siempre en un contexto. En cualquier caso, son muchas y muy relevantes las preguntas que esta breve novela deja encima de la mesa. Pero para ello, me sobra, aunque me divierte, una ironía que puede trasladar la vision de un debate de hondura a una broma.
Desde el punto de vista literario, Cain tiene las mejores virtudes de su autor; en contenido tiene un alto grado de interés y de riesgo; sólo me habría gustado un tono más cercano a la dureza del Ensayo de la Ceguera que a la hermosa ligereza de Las Intermitencias de la Muerte.
Quizás haya que tener en cuenta que la edad y la sabiduría, conllevan también cierto desengaño.
Público

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