Travesuras de la niña mala de Vargas Llosa

Reconozco que era muy joven ( ¿se puede decir pequeño? ) en la épca del boom latinoamericano. A escondidas buscaba historias en esas narraciones tan diferentes de lo que hasta entonces había conocido, un puno abstractas, y me sumergía en lenguajes barrocos, construcciones extrañas y leyendas que se enroscaban en si mismas en incomprensibles rulos de oremonición, fantasía y crueldad, en lo que se dio por llamar en los casos extremos realismo mágico.
Entre aquellos atores Vargas Llosa era el favorito de mi padre y quizás eso influyera en que lo fuese también de los míos ( mi padre no soorta a García Márquez pero son motivos extraliterarios ) , y así disfruté de Pantaleon, de Mayta, de Los Cachorros ....
Pero últimamente había tenido cierto desamor: mis dos últimas lecturas suyas ( La Fiesta del Chivo, tan aclamada, y Los Cuadernos de Don Rigoberto ) me pareció que tenían una técnica perfecta, un lenguaje como siempre maravilloso en su riqueza, se seguían bien ... pero les faltaba frescura, se les notaba demasiado el armazón, por decirlo de alguna manera estaban construidas, no escritas.
Por eso dejé La Niña Mala en el olvido, buscando otras novedades editoriales, aunque ciertas recomendaciones y el hecho de encontrarme el libro en las manos, me llevaron tiempo después de su publicación, a acometerla con cierta cautela.
Y el resultado ha sido delicioso. Travesuras es una gra novela en el sentido más primario y clásico de la palabra. Una epopeya que recorre gran parte de un siglo convulso y una historia de amor en varias ciudades entre quien necesita exprimir la vida y quien es capaz de reposarla.
Los acontecimientos de los que estas ciudades han ido foco, sostienen como escenario una narrativa sólida, lineal, que no busca más alardes que el de la primitiva necesidad de contar.
Y así cuando terminas de leer esta odisea, este devenir de un Ulises que partiendo joven nos entrega toda su vida hasta el descaso de un guerrero que nunca pudo serlo y de esta Penélope que prefirió convertirse en Circe, nos sentimos plens, preparados para lanzarnos otras historias de otros autores igual de geniales, porque un buen libro se distingue no solo en el poso de satisfacción que nos deja sino también en que nos predspone el paladar.
Tras estos tiempos de ausencia, Mario, has estado muy bien.

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